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Acaba con el ansia, apuesta con convicción.

El ansia es al resultado lo que la convicción al proceso.

Ya Henry Ford vaticinó en su día que tanto si crees como si no crees que vas a conseguirlo, estás en lo cierto.

Y es que la convicción disfruta del curso y consecuentemente el resultado va ya implícito desde el primer minuto, mientras que el ansia sólo atiende al discurso, a la narrativa, a la publicidad y el éxito.  Cuando nos planteamos un cambio, un golpe de timón en nuestra vida, es bueno preguntarnos ¿Estamos realmente comprometidos con esa transformación? ¿La emprendemos realmente por convicción, o es por moda y a presión?

La sociedad de consumo nos empuja, nos acelera, intensifica artificialmente el deseo y nos urge a satisfacerlo cuanto antes. No hay espacio para el disfrute, la satisfacción del deseo es mero apaciguamiento de esa pulsión exagerada por nuestra mente calenturienta.

La sociedad de consumo exagera sistemáticamente las expectativas, bien sea minimizando esfuerzo o magnificando resultado, lo que en cualquiera de los dos casos implica en realidad una alta probabilidad de desengaño o adicción, lo que abona un disfrute decreciente y/o la necesidad de un estímulo de dosis creciente para idéntica satisfacción a lo prometido.

Nos hemos convertido en seres ansiosos “por naturaleza”, gente corriendo en pos de algo que carece de verdadero significado, gente que me recuerda a esa tira cómica de Forges que tenía mi padre en su despacho, y en la que se veía una multitud corriendo mientras uno le decía a otro: “Daría un brazo por saber dónde vamos.” a lo que el vecino respondía “Y a Usted qué le importa!” dando pie a que el primero asintiera resignado “No, si sólo lo decía por decirlo.”

Y es que hay en el ansia de resultados una urgencia que en la convicción sobre el camino emprendido se atempera.

Cierto, es importante saber a dónde nos dirigimos, pero también lo es tanto o más el saber que el ánimo nos acompañará durante todo el viaje. La filosofía del ser debe acabar con la del alcanzar. Si hago deporte disfruto con ello porque soy deportista, y no es que me esté machacando para estar más fuerte el día de mañana. Si como sano, es porque soy especialmente consciente de la importancia de lo que como y disfruto cuidándome de esa manera, no porque haga dieta para estar a la moda y tener un cuerpo diez.

La fuerza del camino debe estar siempre presente, y en ese sentido, cualquier alerta, demostrativo o apoyo en carrera de que andamos bien orientados nos será de gran ayuda, ya que, sin esas evidencias, el riesgo a dejarnos caer en el desánimo es enorme.

En fin, como rezan los sabios peregrinos, os deseo: Buen camino!

Foto de Holly Mandarich en Unsplash

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