Black
Black is Black decía una canción de los años 60, pero aquí no me refiero a nada tan festivo sino muy al contrario. ¿Qué pasa cuando todo lo vemos negro? ¿Qué pasa cuando no queremos saber nada de los otros e incluso lo nuestro nos parece de escaso o nulo interés?
¿Cómo podemos afrontar una ofuscación de ese calibre? ¿Hay entre el brillo del blanco y la profundidad del negro alguna brecha por la que penetre la luz de la esperanza?
A fin de responder a todas estas preguntas me he sumido en una reflexión personal sobre qué recursos más allá de la bienintencionada cháchara están disponibles para una salida más o menos airosa, y eso me ha llevado hasta la India. ¿Qué tienen ellos que a pesar de la pobreza de recursos económicos disfrutan de tanta riqueza en recursos resilientes? Y esa pregunta me ha llevado a concluir en un triple apoyo que demasiadas veces olvidamos:
- La impermanencia del zen. “No hay mal que cien años dure, ni persona que los aguante.”
- La incubación resiliente del hinduismo que augura en todo mal un cambio a mejor. “No hay mal que por bien no venga.”
- La integración confiada de la filosofía advaita que nos invita a fluir con la vida tal y como es, aprovechando la abundancia del momento. “No hay mal. Todo está bien si sé aprovecharlo.”
Y es que en lo advaita hay una gran verdad que se refleja en la gestáltica integración de polaridades, y en la profunda creencia en que en lo abundante está la serendipia y la felicidad:
- No tengo pareja = Tengo plena libertad
- No tengo trabajo = Tengo todo el tiempo del mundo.
- Tengo muchos problemas = Tengo la ocasión perfecta para poner a prueba mi resiliencia y capacidad de frustración
- Tengo un jefe/compañero de trabajo que en nada coincide conmigo (y me parece un prepotente) = Tengo una magnífica oportunidad de aprender de ese “maestro” lo que yo “tengo en sombra”. Él no es mi enemigo sino mi “pinchiaraña” (en terminología de Carlos Castañeda) incentivo de crecimiento.
Toda oscuridad alberga una estrella, sólo hay que dejar que nuestros ojos se acostumbren a su luz para dar sereno paso al alba.
En esa línea, hasta la muerte puede ser un despertar (como ya anunciaba en su libro Elisabeth Kübler-Ross)
Foto de Matthew Henry en Unsplash
“No hay mal que cien años dure, ni persona que los aguante.” “No hay mal que por bien no venga.”…estos dichos me suenan a muy castizos…¿estás seguro de que son hindúes?…no me convence…
Ya en e fondo, al leer la reflexión de hoy he recordado un trozo de un capítulo de una serie, creo que es Ley y Orden, no estoy segura porque sólo lo he visto como “reel” subido a Instagram. La escena es en un tribunal de Estados Unidos. Ha sido llamado a declarar un sacerdote católico y le interroga una abogado. La declaración va así:
Aboogado: “¿Por qué les ocurren cosas malas a la gente buena?”
Sacerdote: “Para contestar esto, uno necesitaría conocer lo desconocido, la mente de Dios misma. A veces el significado de una tragedia puede ser difícil de comprender, pero si tienes fe, todas las cosas tienen sentido.
Abogado: “Pero, ¿por qué un Dios que ama, permitiría que estas tragedias ocurrieran? El Señor, como Mr Frank sugiere, ¿quiere que suframos?
Sacerdote: Pedí fuerza, y Dios me dio dificultades para hacerme fuerte. Pedí sabiduría, y Dios me dio problemas a resolver. Pedí valentía, y Dios me dio peligros que superar. Pedí amor y Dios me dio personas con problemas para que las ayudara. Mis plegarias fueron atendidas
Jajajaj. Ya ves, el hinduismo ha llegado hasta la cultura más castiza.
Aceptación de lo inasequible que no resignación a todo lo que sucede, eso es. Y además es bueno no olvidar que por mucho que yo sea vegano el tigre no va a dejar de comerme.
A Dios rogando y con el mazo dando (versión castiza)
Seguimos!