¿Nunca te has visto envuelto en un tenso silencio de absoluta incomprensión?
Sí, hablamos de ese silencio en el que sabes que necesitas expresar, sabes que el otro también lo necesita, pero nadie quiere dar el primer paso. Las razones por las que no nos atrevemos pueden ser muy diversas, pero quizás haya una que prima sobre las demás: el no saber cómo hacerlo.
Veamos pues cómo enmendarlo o por lo menos cómo evitar empeorarlo:
- Escucha con sinceridad, curiosidad y paciencia lo que te dicen las señales. ¿Qué necesidad encubierta puede esconderse tras ese enfado, tras ese silencio? ¿Cuál puede ser la intención subyacente? ¿Qué miedo hay debajo del miedo a expresarnos? ¿Cuál es el beneficio implícito en apoyarnos en ese silencio o bloqueo? ¿Qué “herida” no estamos queriendo “tocar”?
- Habla en cuanto puedas desde tu más sincera buena voluntad. Nada como la humildad para romper el círculo vicioso del modelo reactivo en el que ofensa invita a defensa. Deja de defenderte. Deja de ofenderte. Date cuenta de que tú no conoces “la película” que se está contando el otro sobre ti y sobre él mismo.
- Abre brecha. Demuestra interés preguntando ¿Cómo te sientes? ¿Qué necesitas? Espeja alguna aparente contradicción si hay algo que a ti te parece sorprendente. ¿Se corresponde la expresión con la emoción que refleja nuestro interlocutor? Parafrasea expresiones suyas que a ti se te antojan contrapuestas, o lanza hipótesis sobre lo que tú estás interpretando.
Si hay “rebote”, si el desacuerdo o el bloqueo persiste, remítete al ABC:
- Afianza aquello en que sí hay acuerdo. En cualquier caso ¿Qué valores compartimos? ¿En qué objetivos finales coincidimos plenamente? ¿En qué criterios estamos de acuerdo?
- Busca tender puentes y no construir muros. Demuestra total apertura a cualquier posible cambio que permita un desbloqueo y avance.
- Contrasta los perjuicios de continuar así frente a las ventajas de aprender de la situación y poder tirar adelante con nuevas miras. Pero mucho cuidado a no desvirtuar ni desacreditar con ello la posición de la otra persona.
En fin, y ya sólo nos quedaría añadir que cuando el conflicto es pauta, se convierte en una mera fórmula para evitar el contacto o el vínculo más profundo, y entonces no es más que una excusa para esquivar constantemente la realidad en lugar de un acicate para el cambio, la mejora y el crecimiento. Y claro está que cuando el vínculo es profundo, lo que se va a mover es profundo. Pero también que cuanto más profunda es la herida, más profunda es la sanación. Waw!! Ahí es na.