Una cosa es ser sincero y otra muy distinta perpetrar un “sincericidio”. Muchas veces pasamos de extremo a extremo: o callamos y nos resignamos, o enarbolamos la bandera de la sinceridad más extrema y proclamamos: “Esto es lo que pienso, lo siento, pero tenía que decírtelo.” Ambas buenas maneras de estropear una relación y luego arrepentirnos ratificando el prejuicio de que “no se puede decir la verdad sin estropear el vínculo”.
Todo ello parte de un enfrentamiento mental en origen: O digo lo que pienso/siento, o salvo las maneras y mantengo la relación. De ahí que la solución pase por formularnos la pregunta conjuntiva: ¿Cómo puedo expresar lo que quiero Y reafirmar al mismo tiempo mi conexión con el otro?
La respuesta es clara: generando antes de exponer mi deseo/necesidad un buen contexto de seguridad.
Eso pasa inexcusablemente por no arrancar con ninguna queja ni crítica. Porque, si uno “ataca”, el otro va a “defenderse”.
Cuando nos sentimos inseguros tendemos al silencio o a la agresión. Un silencio evitativo que crea resentimiento, y posiblemente acabe en falsa adulación o hiriente sarcasmo. O una agresividad que degenera en imposición, estigma despreciativo o simple amenaza. En este sentido, es bueno preguntarnos ¿Cuál es nuestro propio estilo de escape bajo presión? ¿Qué hago cuando una conversación se pone difícil? Para luego, en el diálogo, poder distinguir con mayor precisión ¿Qué es mío y qué es tuyo en esta pantanosa ciénaga en la que nos estamos metiendo?
Pero, vista la importancia, volvamos al tema de cómo crear contexto de seguridad. Para generar seguridad hay cinco aspectos a tener muy en cuenta:
- Partir de que hay un objetivo común de mejora mutua. Es importante no confundir objetivo con estrategia. Pensando sólo en el objetivo final pueden hallarse muchas coincidencias y abrirse nuevas opciones (¿Brainstorming?) Y, en cualquier caso, si no lo vemos así de buenas a primeras, deberemos apelar a objetivos más profundos vinculados a valores o principios claramente compartidos.
- Escuchar empáticamente y sin interrupciones, de manera abierta, para identificar puntos en común, puntos ciegos… demostrando en todo momento total respeto a la opinión del otro.
- Empezar hablando de lo que nos une, y avanzar por lo que nos puede unir más aún. Señalar lo bueno antes de lo mejorable. Y hacerlo desde la más absoluta honestidad, hablando desde el corazón.
- Asumir nuestra responsabilidad evidenciando humildad. Ni somos omnipotentes, ni estamos en posesión de la verdad. Muy al contrario, la clave pasa por mostrarnos vulnerables, que no culpables. La responsabilidad siempre es mutua, la irresponsabilidad busca culpables (en uno mismo o en el otro)
- Aclarar posibles malentendidos por contraste: “No quiero decir…” “Sí me gustaría hablar de…” Se trata de reafirmar lo correcto y centrar el foco en lo corregible evitando las generalizaciones explícitas o implícitas (potencialmente percibidas por nuestro interlocutor)
Y un último matiz importante: No apuntar a la perfección (no dejarnos abrumar por todas estas sugerencias) apuntar al progreso. Practicar, practicar, practicar e ir viendo por dónde ando y de qué pie cojeo.
Photo by Andrey Zvyagintsev on Unsplash