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Corre, corre que te pillo.

Entre el tumulto, hay alguien que alza la voz y le comenta al de al lado: “Daría un brazo por saber dónde vamos.” Y el otro le responde “¿Y a Usted qué le importa?” “No, si lo decía por decirlo.” claudica el primero.

Así ridiculizaba Forges la sinrazón de nuestro progreso hacia ninguna parte. Las prisas, la hiperactividad, constituyen la verdadera pandemia emocional de nuestro siglo. Uno no puede parar ni un minuto sin sentirse que “está perdiendo el tren” que “está envejeciendo inútilmente”, que pronto quedará mentalmente obsoleto. Y ahí, sin darnos cuenta, sin sentir, es dónde vamos perdiendo el contacto con la vida.

En el ya lejano 2004 Carl Honoré publicaba su libro “Elogio de la lentitud” y nos advertía de los peligros del corre-corre en la comida, en la salud, en la economía y en las relaciones. Todo se quema muy rápido, sin tiempo a saborear, a disfrutar. Coleccionamos experiencias con una voracidad bulímica.

La propia Gestalt nos previene a ese mal de raíz endémica que corta cualquier oportunidad de sana autorregulación, puesto que de tanto correr no nos da tiempo a sentir, y mucho menos a darnos cuenta de ello para poder tomar medidas de cambio.

No pares, no pares, esa es la consigna del culto a la velocidad, del progreso sin freno, del cambio climático sin retorno, de la caída al vacío de la ansiedad y la angustia vital.

Detenerse, ralentizar, abrir espacios de silencio tanto en nuestro diálogo interno como en nuestra conversación empática, es el primer paso imprescindible para recuperar el mando de nuestra vida. Sin observación, sin aburrimiento, me atrevería a decir, no somos más que un juguete en manos de las redes sociales y los medios de distracción. La creatividad, lo verdaderamente lúdico y divertido queda para otra ocasión.

Quisiera pensar que el futuro no es lineal, no es una carrera de falso progreso, sino un ensanchamiento multidimensional de la sabiduría. Las prisas nos llevan al aborregamiento, al tumulto indiferenciado y a la más pura inconsciencia de cual es el sentido de todo esto.

Hoy mi sugerencia pasa por un “Just don´t do it.” Quédate ahí contemplando el discurrir de la vida por unos minutos, veras que sin nada que demostrar ni nadie a quién convencer se vive mejor. Compruébalo tu mism@.

Déjate sentir. Déjate en paz.

Date cuenta (de lo absurdo que es huir y perseguir constantemente)

Date permiso (para no seguir la corriente)

Date un respiro. Mmm… y deja de pensar (en qué podrías estar haciendo)

Déjate caer en la felicidad de este momento.

Photo by Alvin Lenin on Unsplash

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  1. Aqui, al sol i despres de llegir-te vaig a practicar-ho! Gracies per anar-ho recordant!!💕

    1. Gràcies Gemma, per fer-me saber que em llegeixes. Ganes de veure´t TOP. 😉