Dime cómo te preocupas y te diré de qué sufres.
El María Moliner asimila preocupación a prejuicio, como una idea preconcebida que incapacita para pensar rectamente en cierta cosa (SIC) Y es que ciertamente la preocupación sirve para muy poco. Entonces ¿Por qué nos preocupamos tanto?
En mi opinión, la preocupación no es más que una huida de la sana ocupación. Cuando nos sentimos incapaces de actuar o aceptar dignamente lo que ocurre acudimos a la preocupación como un escape, como una cortina de humo que magnifica y evidencia nuestra aflicción.
El cómo nos preocupamos por las cosas dice mucho de nosotros. Fijémonos que cada uno tiene su particular manera de vivirla.
Frente a una pérdida de un ser querido, por ejemplo, más allá de la triste emoción que nos abre la puerta al duelo, hay una primera antesala de preocupación que cada uno escenifica a su manera.
Hay quien lo hace mentalmente, neuróticamente, y no cesa de preguntarse de manera obsesiva ¿Por qué? ¿Por qué ahora? ¿Por qué ella o él? para a continuación dar paso a la especulación pseudo filosófica ¿Qué sentido tiene? ¿Cómo puede entenderse? ¿Quién me lo puede explicar? Como si la muerte necesitara explicación y la emoción bálsamo semántico para apaciguarse.
Hay quien sin embargo recurre emocionalmente, dramáticamente a la preocupación, inflama la emoción hasta perder de vista la necesidad de un duelo sereno para templar el ánimo.
Y finalmente hay también quién se lanza hiperactivamente, histéricamente a la acción para no afrontar su incapacidad de sostener la emoción.
Pero lo peor de todo es la incomprensión que muchas veces se genera entre cada una de estas tipologías.
El emocional ve en el racional una frialdad repulsiva y en el hiperactivo un aspaviento incomprensible.
El racional absorto en sus pensamientos juzga absurda locura en el emocional y enfermiza revolución en el hiperactivo.
Tal y como este último ve inútiles a los otros dos.
Todo ello es igualmente aplicable a sucesos menos trágicos que la mencionada pérdida, lo importante, a mi entender, es darnos cuenta de que el otro no es insensible, ni un enfermo o un inútil sino alguien diferente, que, como todos, hace lo que sabe, o puede, frente al obstáculo o conflicto.
Y es que, cada vez veo más clara la común necesidad por parte de todos de esa camiseta que reza por delante “Estoy madurando” y por detrás “Disculpen las molestias.”
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