El arte de preguntar
Conversar no es echar sermones. Conversar es conocer, reconocer, apuntar y consensuar, no discutir, ni debatir en continua dialéctica Hegeliana de Tesis Antítesis Síntesis.
En toda sana y enriquecedora charla en búsqueda de un consenso deberíamos distinguir cuatro fases (no necesariamente secuenciales)
- Escucha empática atendiendo no sólo al contenido sino también especialmente a “la musicalidad” del mismo: ¿Qué energía se desprende? ¿Desde dónde me está hablando? ¿Es pura retórica? ¿Hay emoción? ¿Pasión? ¿Estamos en modo visceral/reactivo?
- Generación de un contexto de seguridad aclarando de entrada nuestra abierta predisposición y motivado interés en avanzar por encima de todo prejuicio o resentimiento.
- Diálogo en base a…
- Preguntas focalizadoras sobre el objetivo u objetivos del encuentro. Sólo lo concreto motiva.
- Preguntas informativas de mirada fenomenológica en cuanto a la actitud y comportamiento observado, tanto propio como ajeno. “Veo… luego imagino…”
- Preguntas proactivas en cuanto a qué se podría hacer o dejar de hacer en relación con el objetivo consensuado.
- Cierre de consenso y compromiso, y, en su caso, valores tangibles de seguimiento.
Fijémonos que más que hablar se trata de escuchar y preguntar. Preguntar acertadamente es la clave para avanzar. Preguntar invita a la reflexión. Aseverar lleva a la objeción. Es bueno recordar aquí que todo inicio en queja o crítica es mal comienzo puesto que, si uno ataca, el otro se defiende, y nos enzarzamos en polémica.
Entrenar conversaciones está pues muy vinculado al aprender a preguntar.
Y el arte de preguntar pasa por conocer las principales tipologías de pregunta:
- Preguntas abiertas o especulativas de exploración horizontal. Ej. ¿En qué podríamos mejorar? ¿Qué te preocupa? ¿Qué opinas de…?
- Preguntas de precisión para una exploración vertical. Ej. Cuando dices… ¿a qué te refieres? Entiendo. ¿Cómo podríamos ahondar en eso?
- Preguntas empáticas de indagación emocional Ej. ¿Cómo te sientes con este tema? ¿Qué necesitas?
- Preguntas focalizadoras. Ej. ¿Cuál es el objetivo u objetivos de la conversación? ¿Cuál es el objetivo final que nos une en todo esto?
- Preguntas reflexivas. Ej. Esto que piensas, sientes y/o haces ¿te acerca o te aleja del objetivo?
- Preguntas apreciativas y/o motivadoras. Ej. ¿Crees que se podría cambiar esa inercia, hábito o patrón? ¿Qué te anima o te podría animar a ello? ¿Qué te movilizaría? ¿Qué te nutre y da sentido al tema?
- Preguntas resolutivas de encuadre. Ej. ¿En qué se concretaría todo esto? ¿Cuáles serían los límites del acuerdo? ¿Cuál es el Compromiso que nos va a permitir trabajar en un entorno de confianza?
Además de regular los tiempos para cada uno de estos espacios en función del foco nuclear de la conversación, la capacidad de sostener los silencios resultará un elemento esencial para acompañar y sentirse acompañado en este ejercicio orientado a desarrollar vínculos saneados. ¡Y ahora a practicar!! ¿No te parece?
Foto de Hadija Saidi en Unsplash
muy interesante Manuel
Gracias Meri por seguir ahí.
Saber preguntar como dices Manuel, es un arte que necesita práctica. El camino de preguntas poderosas nos puede llevar a respuestas muy potentes para gestionar cambios de comportamientos. Gracias Manuel
Gracias por tu aportación, Maria.