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El drama de la insensibilidad.

Cuando todo parece importante, nada es importante.

¿Te has fijado que en las noticias todo es queja o crítica? Hay quién incluso afirma que, si no, ya no es noticia. ¿Si no hay drama, no hay nada que contar? Esa carrera imparable hacia una creciente intensidad del miedo nos ha llevado a difuminar las fronteras entre lo próximo y lo lejano, lo accesible y lo inabordable, la ficción y la realidad hasta confundirlo todo en una gran bola de fuego diabólico: “Todo está mal, no hay nada que hacer. Haz lo que te de la gana, que igualmente nada cambiará.”

Y es que el drama constante es la mejor manera de insensibilizarnos. Paradoja curiosa: la hiperemocionalidad es sinónimo de insensibilidad. Y esto no sólo nos afecta como sociedad, sino que también mina nuestra vivencia particular.

La moda de coleccionar experiencias, a cuál más excitante y extravagante, ya es norma. “Quien no vive a tope, no vive.” No hay criterio más que la novedad y la intensidad. Nada que ver con la curiosidad ni el sosiego primos hermanos de la satisfacción. Aquí prima el “show off” con un selfi hasta de las entrañas.

Pero ¿Cuál puede ser el antídoto a todo ello?

Tal vez recordar el ciclo de necesidades de la Gestalt nos sea útil llegados a este punto. Todo parte del reposo, abandonar las urgencias y dejarnos caer sin prisas en el presente para… meditar, recuperar sensaciones y tomar conciencia de que sensibilidad y sobrexcitación son antónimos. Ahí ya entramos en criterio y diferenciación sobre aquello que sí merece movilización, y lo que, para bien o para mal, no está a nuestro alcance. Sólo desde ahí podremos pasar a la acción (o no) y, consecuentemente, disfrutar de una merecida satisfacción.

Y es que la emoción vivida (regresivamente) desde el niño engancha. Es nutritiva hasta cierto punto, pero abusiva a partir de él. La madurez, tanto individual como social, exige equilibrar con una emoción (responsablemente) más adulta, en la que la energía vital se administre con criterio.

Sin dramas, épicas ni tragedias la vida se levanta de nuevo limpia y pura a cada momento. No lo olvidemos, la oportunidad de sanar no es huir, pero tampoco perseguir denodadamente, sino fluir y persistir a diario en aquello que realmente nos importa. Es decir, en resumen, esto va de menos dramatizar y más demostrar.

Photo by Leon S on Unsplash

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