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El mar no tiene puertas

Si bien es cierto que cuando hay vocación la convicción es obligada, y, consecuentemente, el esfuerzo debe estar presente, en la mayoría de las ocasiones, la lucha encarnizada es un absurdo despilfarro del ego.

Me explicaré. A falta de un dictado en firme de nuestro corazón, pulsión e intuición unidas, la mayoría de los deseos no son más que fantasías del ego que no hacen más que complicarnos la vida, la nuestra y la de los demás.

El taoísmo, o la filosofía Advaita, entre otros, llevan milenios advirtiéndonos de las consecuencias de huir y perseguir constantemente. Parece que siempre queremos lo que no tenemos, y esa ambición crónica, junto con el apego posesivo, constituyen las más reconocidas fuentes de ansiedad.

Intentando tramar un paralelismo con el mundo de los negocios, parece que los humanos nos guiamos por una Dirección por Objetivos: Quiero un futuro tranquilo, quiero una pareja, quiero tener hijos, quiero vivir el presente, quiero otra pareja, quiero ser libre, quiero… Y cuando esta fórmula se revela ridícula porque la vida no admite tanto programa, control y disgusto, cuando aprendemos que, sólo sosteniendo el fracaso, el error y la improvisación, uno puede madurar y tentar la felicidad, surge otro engaño: la Dirección por Valores. Nace entonces una etapa gobernada por el narcisismo y la ideología proselitista: Yo soy así, y sólo quiero a quién sea como yo (o algo muy parecido) Y es que “todo el mundo va a su bola, menos yo, que voy a la mía.”

Superadas estas dos etapas puede que apunte la que ya pronosticaban los antiguos antes mencionados, y que en el símil empresarial propuesto se correspondería con la Movilización por Propósito. En ese espacio vital uno deja fluir el presente y se acoge a lo que las circunstancias invitan. No forzar. No interferir. WuWei que anunciaban los sabios.

Al mar no cabe ponerle puertas, cauces ni obligaciones, el mar quiere ser surfeado, navegado con inteligencia emocional. Puede que afrontemos una calma chicha que parezca infinita, puede que encaremos olas de muchos metros, pero es el mar quien manda, oponerse, luchar para cambiarlo es mala idea. Sólo vale nuestro dulce y estimulante impulso por viajar. Y ya puestos, disfrutar del viaje.

En resumen, atendamos la brújula de nuestra vocación y comprobemos regularmente si apunta a nuestro verdadero propósito, porque cualquier esfuerzo colateral no será más que baldía pérdida de energía, un empeño de cambiar lo que ni puede, ni debe, ni interesa ser modificado.

Adelante, si revisas tus actividades, tus planes, tus metas a corto, medio y largo plazo a buen seguro que encontrarás más de una vía de agua que vale la pena cerrar y olvidar en aras a poder atender mejor el viento y las velas que, bien o mal, son las únicas que realmente nos pueden hacer avanzar.

PS. Ah! Y todo ello afecta no sólo a los temas más netamente funcionales, sino especialmente también, a los temas emocionales y/o relacionales.

Foto de Cristian Palmer en Unsplash

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  1. Gràcies per explicar-te tan bé, deixem que la vida mani sobre nosaltres per sobre dels fútils subterfugis del suposat “món real”

    1. Mmm… que be m´entens Sandra. Gràcies per ser-hi, i per comentar allò que et neix del cor.

  2. Lo difícil como bien dices en este post es encontrar el equilibrio entre el esfuerzo y los objetivos a conseguir. Pero creo que es bueno tener objetivos claros y concretos decididos por uno mismo y no porque quiero conseguir lo que el vecino ha conseguido. O sea, lo importante es saber lo que uno quiere en primer lugar y luego cómo encajarlo con nuestro propósito. Todos o la mayoría de nosotros tenemos unos propósitos muy generosos, sin embargo, la realidad de cada día nos aleja a su consecución. Así que primero objetivos claros, segundo tener propósitos definidos, tercero, cómo encajar unos y otros y cuarto, ser un tanto compasivos en alcanzarlos sin perder un exceso de energía que devenga en cansancio o insatisfacción.

    1. Así es María. Gracias por comentar.
      En mi opinión, el propósito es el que debe movilizarnos hacia temas más trascendentes y compasivos, de manera que este, siempre esté por encima del objetivo más cortoplacista, porque si no perdemos el norte y nos dejamos llevar por los automatismos y mimetismos más neuróticos, como tú apuntas.
      Si no sabes dónde vas, cualquier camino te llevará (a la perdición) – dice el sabio.