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Enamorados de la vida.

Releía este verano a Irvin Yalom en Love´s Executioner contando cuán difícil es tratar a un impaciente enamorado. Y es que es cierto, hay en la terapia un instinto asesino de esa fantasía amorosa tan placentera, porque el tema va de perseguir la autenticidad, y la autenticidad, amigos, nos guste o no, está reñida con el enamoramiento.

A raíz de esa lectura, me vino a la mente la idea de “enamorarnos de la vida”. Y me preguntaba ¿Qué puñetas significa enamorarse de la vida? Más allá de lo retórico, con una fabulación bucólica que imagina un todo ridículamente idílico, me dispuse a diseccionar el interés o absurdidad de apoyar el tema (es decir, saber si eso de “Enamórate de la vida” podría o no ser un buen voto o Sankalpa a repetirnos con asiduidad)

Y es que negarnos al enamoramiento es demasiada renuncia. Aunque sea un engaño, qué otro engaño tiene tamaño atractivo. Cuando uno se enamora (qué os voy a contar) se da un cambio hormonal, emocional y mental euforizante que parece darle sentido a todo. Mayor sensación de placer (Serotonina a tope) Menor sensación de riesgo (Dopamina a raudales) y una luminosa sonrisa que contagia buenas vibraciones.

Pero, lo dicho, no nos dejemos seducir tan fácilmente por la cosa bonita. Veamos cuales son, en opinión de los expertos, las claves definitorias del enamoramiento (3Es):

  • Una Exageración de las cualidades positivas de la otra persona. Supremacía absoluta de lo bueno sobre lo “no tan bueno”.
  • Una Exclusividad de dicho perfil valorativo. Inútil compararlo con cualquier otro real o imaginario.
  • Una total Enajenación personal para pasar a fusionarnos con el prójimo.

En fin, un desastre. Jjjj.

Arrasado el concepto, veamos qué se puede construir bajo el nuevo epígrafe de enamorarnos de la vida.

La idea, claro, sería mantener ese cambio hormonal, emocional y mental positivo, pero ahora orientándolo a seguir en el camino de la autenticidad.

Os avanzo mis primeras reflexiones al respecto por si os pueden resultar de interés. Se trataría de…

  • Trastocar esa exageración positiva en optimismo. Una actitud de generalizado agradecimiento que nos guie a intenciones compasivas, acciones solidarias, y, siguiendo la auténtica ley de la atracción, a reacciones generosas. Ya vimos que poner foco en la abundancia es motivo de buen pronóstico.
  • Cambiar la exclusividad anclada en una sola persona por un fuerte amarre al presente, al aquí y ahora, con una mirada más fenomenológica, más horizontal, de ecuanimidad y complicidad con lo que ocurre. Sin comparación posible, cada instante es único.
  • Transformar la enajenación y fusión egoica, en una conciencia temporalmente disociada (para poder vernos desde fuera) que de pie a una espiritualidad más universal (convencida de que somos Uno) O lo que es lo mismo, somos lo que transmitimos: genética, comunicación y energía.

No sé si me he sabido expresar, me temo que no claramente, pero ojalá alguien pille más o menos por dónde voy. ¿Qué pensáis vosotr@s al respecto?

Foto de jae bano en Unsplash

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