Enfermedad, vejez y muerte.
Con un título tan sugerente y de suceso universal como este… ¿Quién no va a querer leer lo que sigue?
De hecho, nos habla de los tres espantos que Siddhartha Gautama, alias Buda, conoció al salir de palacio, y cómo ello le ayudó a “despertar a la realidad”. Pero bueno, lo que aquí y ahora a mí me ocupa es que, miles años más tarde, Kieran Setiya, profesor de filosofía en el MIT, en su nuevo libro “La vida es dura” (Ed. Paidos) recupera tan manidos temas para darles nueva lectura. Interesante.
En primer lugar, este hombre nos plantea que hay una notable diferencia entre enfermedad y dolencia. Lo que se corresponde con aquello de “no hay enfermedades, hay enfermos”, cada uno vive la enfermedad (o para el caso la vejez) a su manera. El dolor asociado, la dolencia, no es igual para todos, y eso nos abre un camino de esperanza. ¿Qué puedo hacer yo para vivir la enfermedad crónica o aguda de la mejor manera?
La respuesta que yo me daba a mi mismo se resumía en una sola palabra: aceptación. Y a partir de ahí entraba en un debate intelectual “precioso” entre lo que era aceptación y lo que era resignación… Algo muy de “adictos al Insight” como yo. Pero, más allá de las “pajas mentales”, cuando nos llega el momento de la verdad y nos preguntamos como el del chiste “Ok mi Dios, pero ¿Hay alguien más que pueda socorrerme?” el silencio se hacía único bálsamo. De ahí que las palabras de Setiya me hayan resultado especialmente nuevas y reconfortantes.
Él me ha ayudado a diseccionar la enfermedad (o la vejez que tanto se le parece) en tres capítulos que merecen diferente tratamiento: la discapacidad, el dolor y el duelo. Mmm… gran hallazgo. Divide y vencerás.
En cuanto a la discapacidad (o la pérdida de habilidades/capacidades) propone no obsesionarnos con ese abandono de potenciales y centrarnos en el gran espacio que aún nos queda libre por explorar. Darnos cuenta de que si no podemos oír, sí podemos leer, si no podemos andar, sí podemos desplazarnos, si no podemos ver, sí podemos imaginar, tocar, acariciar, amar… Mmm… no me parece argumento baladí. No es milagro, pero sí, para mi por lo menos, una buena vía de primer auxilio.
En cuanto al dolor, tema espinoso donde los haya, el autor apunta al carácter igualitario del mismo. Curioso ¿no? Parece cierto, el placer es de origen muy variopinto, diríase de cada uno de nosotros disfruta más o menos con cosas distintas, pero dolernos, podría decirse que todos nos dolemos de lo mismo: ¿Discapacidad? ¿Enfermedad? ¿Vejez? ¿Pérdida o muerte?
Y es en ese carácter igualitario donde Setiya encuentra razón de ser. El dolor, para él, es escuela de compasión, vía de Unión. Si ya con ese “warning” la prepotencia y el egoísmo campan por sus fueros ¿Qué sería de nosotros si alguien se mostrara indoloro en todo momento? Buah!! apunta a película de terror.
Y finalmente en cuanto a cómo tratar el tercer elemento: el duelo, el sufrimiento que todo lo amplifica y desquicia, el remedio es capital: dejar de comparar y pernoctar tanto en nostalgias pretéritas como en futuros catastróficos, y anclarnos en el presente, ir día a día asumiendo la vida tal y como es en su fluir actual. Gran sabiduría válida para casi todos los males, porque nada dura eternamente y lo efímero, como la vida misma, tiene también, si se quiere ver, su particular encanto.
En fin, no es la panacea, pero a mí se me antoja que este hombre puede ser buen albacea para temas tan delicados.
Foto de Ben Hershey en Unsplash