El amor es injusto por naturaleza. Porque la justicia reclama norma, comparación y búsqueda de un equilibrio, de una compensación, mientras que el amor es libre, gratuito, único y, consecuentemente, incomparable.
¿Estás en lo cierto o eres amor? No hay término medio, porque el amor no atiende a razones, ni a búsquedas. Es, y punto.
¿Qué “buscamos” pues en la meditación? Simplemente reencontrarnos con el otro y, al mismo tiempo a nosotros mismos, en cada paso, en cada instante. No hay camino, cada paso es una llegada. Eso implica desprendernos de todas las ideas precocinadas. No quedarnos a medio camino, ni ir juzgando entre consciencia e inconsciencia, porque entonces la ruta del sufrimiento se nos hace eterna. Como dice Sesha, no se trata de construir una casa en mitad del puente. El ego exige 24 horas de presencia, y eso agota. El Ser es presente en todo momento, y eso es una maravilla. Basta con que no quieras que todo sea como piensas que debe ser para que disfrutes de cómo es. En la rendición está la fuerza. Si permaneces en este instante lo que está por venir viene. Ahora bien, si esperas que sea como esperas, lo que llega es el desespero.
Sólo cruzando por la locura se alcanza la verdad. Se trata de dejarnos caer en el Nirvana, porque en el Dharma no hay drama. Ahí eres tan consciente como existente, no hay ninguna alternancia entre consciencia y no consciencia. Eres Uno. Somos Uno. Somos una propuesta que podemos aprovechar o no, pero siempre somos propuesta de consciencia.
El yo es sólo consciencia del pensamiento y la emoción, pero hay una consciencia más amplia en el sentir y en el amar. Entra ahí. Y quédate ahí.
Nadie se queja por no amar. Nos quejamos hacia afuera y eso no es transformador. Si oriento la queja al quejador, podré indagar la necesidad que le confiere sentido, y eso lo cambia todo.
Deja de pensar en modo quejumbroso y podrás dar espacio al sentir de la necesidad. La queja no cambia nada si no atiende a la necesidad que le da vida. La queja se basa en la creencia de que sabemos lo que debe suceder en lugar de atender a lo que sucede. Y, reconozcámoslo, muchos de nosotros nos pasamos todo el día de queja en queja en un sin vivir.
Deja que suceda lo que sucede, deja que te afecte, déjate sentir sensible a lo que ocurre, siéntelo en toda su intensidad y despreocúpate de lo que podría o debería suceder. Date cuenta de que tu orientación puede desorientarse en cualquier momento.
Si te puedes entregar a lo que ocurre lo sufres o lo disfrutas, pero si no, sólo estás perdiendo el tiempo en discutirlo, sea contigo mismo o con el otro.
Sólo una mente despejada de sus propios pensamientos puede atender y acompañar al otro en lo que sucede. La mente tiene un okupa que es nuestro pensamiento lleno de deseos, expectativas, ideologías, creencias y prejuicios. Aunque la mente está para tomar consciencia, no para pensar ni juzgar. Deja de pretender entender y darás espacio para el vivir y convivir.
Los pensamientos, las emociones sólo necesitan ser atestiguadas y exoneradas de causas, personas y contextos anecdóticos. No busques fórmulas, sólo sé honesto y sincero contigo mismo. Que la consciencia se vea a sí misma y se reconozca. Eso es meditación. Saber no es pensar ni comprender, es reconocer. Y en ese reconocimiento está el despertar a la felicidad.
Si no admito que existe la injusticia es porque estoy usando conceptos que están en mí pero no acepto que lo estén. En cuanto lo acepte, empezaré a sentirlos y a poder abrazarlos (dejando automáticamente de pretender “entenderlos”, etiquetarlos y juzgarlos)
Ese es el gran reto, trascender cualquier interpretación, y alcanzar el sentimiento puro de la compasión.
Post inspirado por la charla de Sergi Torres en el Teatro Goya.
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