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Las 7 etapas del Tour de force.

No sé qué me pasa. No sé qué hacer. No sé qué hago mal. No sé disfrutar de la vida. No sé qué me va a pasar. Seguro que en algún momento te ha asaltado una expresión de este tipo. Seguro que eso te ha llevado a que, al acostarte, sientas en propias carnes el “efecto barbacoa”, dándole vuelta y vuelta sin parar al “bistec existencial”. ¿Te gustaría tener una guía sobre cómo salir de la parrilla en la que te sitúan esos embolaos?

Marchando cocina. Ahí va mi sugerencia “vegana” para disfrutar non-stop de una vida más sana: 7 etapas para salir del círculo vicioso y retomar la senda de lo más virtuoso.

  1. Para renacer hay que dejar de juzgar, criticar y quejarnos. Abandonar la cháchara que abona el piloto automático del comportamiento obsesivo compulsivo que sólo nos aboca a la hiperactividad, la constante cavilación o el drama.
  2. Prestar atención a lo que siento. Avanzar despacio, en cámara lenta, para poder sintonizar con la emoción y la pulsión de las que nace mi energía. Todo lo cual pasa por: una escucha empática (¿Desde dónde me hablo? ¿Desde dónde me hablan?) y un “bajar el centro de gravedad” para no enfriar las sensaciones desde la cabeza y disociarme de lo que temo.
  3. Tomar conciencia de MI corresponsabilidad. La culpa no existe. No vale ya echar pelotas fuera. Me centro en mi y lo que “yo hago para merecer esto” que me está sucediendo, consciente de que: si yo cambio, todo cambia.
  4. Decidir y/o esperar la señal. La responsabilidad tiene un añadido genial: la libertad. La libertad para gestionar mi miedo sin fobias ni contra fobias. El reto está en aprender a fluir entre ambición y habilidad, y eso no se aprende de golpe y porrazo sino de prueba y error. Pero sin emoción y decisión no hay acción, así que a veces es necesario dejarse llevar por alguna “señal”, algo que nos “haga click”, y que el Universo nos empuje hacia un lado u otro. No importa cual, Él sabrá cuidar de nosotros. Siempre lo ha hecho. Dale un plazo corto (48 horas? Una semana?) pero exige que la señal sea notoria.
  1. Actuar con convicción. Una vez tomada la decisión no hay que mirar atrás, sólo centrarnos en nuestra mejor gestión de la rabia. La rábia es deseo, energía y convicción, y todo ello debe redundar en una mayor concentración en el proceso, una concentración en el presente por encima del resultado.
  2. Premiar el resultado. El resultado puede ser de satisfacción o aprendizaje, pero siempre digno de buena valoración. Cuando uno hace el Camino de Santiago tropieza con mil y un peregrinos que rezan ¨Buen camino” y nadie atiende a la posibilidad de que la experiencia sea desastrosa. Pues igual con la vida. Saber disfrutar del camino es la quintaesencia de la felicidad. No hay meta, de hecho ni camino, sólo el paso que ahora vas a dar.
  3. Descansar en el vacío y la incertidumbre. ¿Eso es todo? Sí, llegados a este punto, todo está bien. El zen nos enseña que todo lo que tiene causa tiene efecto, todo lo que empieza acaba. Y hay que saber acabar con lo mismo puesto, aunque ahora integrado en la comprensión de que todo está bien, siempre estuvo bien, aunque entonces no supiéramos verlo. Esa es la plenitud del vacío fértil. Ver que en la propia gestión de la tristeza, en la supresión del apego y sufrimiento, está la alegría del despertar.

Foto de Marvin Meyer en Unsplash

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