Cuando vivimos en piloto automático está claro que predomina en nosotros una mirada proyectiva y de juicio que invita constantemente a la comparación, la queja y la crítica. Tres “aficiones” (o debería tal vez decir aflicciones) que alimentan otras tantas perturbaciones mentales como la ambición, el apego y la aversión.
En ese contexto, cuando ya tengo un culpable (sea yo mismo o el otro) o un ideal (sea propio o ajeno) siento que controlo, y ese pretendido control me mantiene en guardia para no confiar (¿en exceso?) Triste escenario.
Sólo cuando me doy un respiro y genero el espacio suficiente para tantear una mirada integradora, soy capaz de admitir (en mí y en el otro) las contradicciones y polaridades que conviven en mí, y en el mundo que me rodea, para atisbar una vida en plenitud.
Sólo la conciencia de mi luz y mi sombra, de la simultánea coexistencia de mi energía masculina y femenina, de la convivencia entre instinto tierno e instinto agresivo… me puede brindar la oportunidad de reconocer ese espacio de libertad que me hace tan responsable como feliz.
Cuando “perro de arriba” y “perro de abajo” (en terminología Gestalt) dejan de luchar por “salvar” o perseguir, por manipular o “seducir”, podrán “acostarse tranquilos” al pie de una mente suficientemente apacible como para sostener cualquier tipo de circunstancia y emoción. Entonces, y sólo entonces, cuando las pulsiones viscerales se hacen más evidentes, las reacciones dejan de ser mecánicas e inconscientes, y se pueden trabajar respuestas más sabias, humanamente acordes con la situación que se da.
En el plano espiritual, esto se traduce en el abandono de “infantiles esperanzas” basadas en la distinción de bueno y malo, cielo e infierno, mío y tuyo… para pasar a la integración entre contracción (sufrimiento/ compasión) y expansión (alegría/convicción) como motores de nuestro latido vital en régimen de total igualdad. Pero, en cualquier caso, sin llegar a esa tan magna expresión, quedándonos en nuestro más mundanal ruido, una mirada más confiada e integradora que aprensiva y controladora siempre nos permitirá agrandar el rango de nuestras experiencias y enriquecer sin duda de preciosos matices nuestras vivencias.
Y yo me pregunto ¿Tiene esto sentido para ti, o te suena a mera verborrea sin pies ni cabeza? ¿Tal vez ambas cosas?
Foto de Mevrouw Hatseflats en Unsplash
A mi em sona a relativitzar i acceptar com a cami per aconseguir estar millor.
Gràcies Gemma per comentar. Per a mi no és tant relativitzar com assumir que tota decisió suposa una acceptació i un rebutg, que tota persona integra una lluita interna on es nega una part i se´n accepta una altre, però que ambdues son dins nostre, i ambdues son valides segons moment i circumstància.