Los que me conocéis sabéis bien que siempre insisto en que los tres principales anestésicos de la sensibilidad y la emoción son: la hiperactividad (alias las prisas) la cavilación (alias el porqué) y el drama (alias el “Me muero”)
Todos ellos tienden a confundir fronteras en un marasmo de depresiva dispersión (alias “No sé lo que me pasa”) pero hoy quisiera centrarme en esa sobrexcitación cognitiva que nos lleva a pasarlo todo por la trituradora mental hasta el punto de que incluso lo sentido se hace concepto de debate y discusión.
Cuando ello ocurre, la mente se transforma en una caja de resonancia que muta la emoción genuina en un eco fantasmagórico. Entonces la tristeza se hace desesperación, el miedo pánico, y la rabia ira descontrolada. Ya no hay consuelo en el duelo, ni prudencia en la reflexión, ni límites en lo desaforado, sólo obsesiva cavilación repitiéndonos una y otra vez qué ha pasado, qué me pasa, qué pasará.
Todo menos vivir en presente.
Tomar conciencia de ello supone abandonar la cháchara y entrar en vida. Porque como nos enseña la meditación, conciencia y vivencia es uno. Hay que prestar atención a eso. “Darnos cuenta” es vivir en plenitud. Y de eso va la Gestalt, de confrontar lo neurótico para dejar emerger lo genuino, de reconocer lo propio y compadecer (en el sentido más empático y budista del término) lo ajeno.
Se habla bastante (aunque tal vez no suficientemente) de la infoxicación de los medios, de las redes, del Big data… pero nada de la infoxicación que nos procuramos nosotros mismos. “Garbage in Garbage Out” gritábamos en Investigación de Mercado. Si lo que nos decimos es basura, lo que expresamos es basura. Romper ese círculo vicioso que no nos deja ver “lo que pasa” “lo que nos pasa” no es fácil. Requiere terapia y la terapia no es una aspirina, un analgésico de autoayuda mal entendida que sólo calma por unas horas, sino todo un proceso de “cirugía emocional” que requiere abrir (eso no es lo más difícil) y cerrar, cicatrizar (ahí está la sanación)
Dice el dicho que tenemos dos vidas, y que la segunda no empieza hasta que no nos damos cuanta de que sólo hay una. No hay que perder el tiempo. Si tienes síntomas: estás decaid@ y no sabes lo que te pasa, vas corriendo de un lado a otro, pero no queda claro a dónde vas, vas quejándote y criticando a todas horas, pero no pasas de ahí, o… no dejas de pensar en todo ello sin hacer nada por remediarlo, procúrate alguien que te escuche, que te acompañe y que te ayude a sanar eso que sangra, y que ya no hay tirita que lo cubra.
Photo by Manuel Villa