¿Para qué sirve meditar?
Esta pregunta siempre me ha alterado, porque en mi opinión dispara a la misma línea de flotación de la práctica meditativa. Instrumentalizar la meditación es un error de base.
Nos pasamos el día (y me atrevería a decir que también la noche) haciendo y deshaciendo cosas para conseguir algo. Y subyace en ello algo perverso que nos impide descansar en el presente, en lo lúdico y gratuito. Precisamente la meditación lo que nos ofrece es ese otro regalo: un espacio de vacío, de silencio para poder tomar conciencia de nuestra inmensa insignificancia junto a nuestra infinita compasión.
Honestidad y humildad, compasión y generosidad se unen en un abrazo que simplifica toda experiencia dando lugar a una calma indescriptible. Una calma que, como he dicho otras veces, desvanece toda prepotencia, todo juicio, toda palabra, preocupación o resistencia para dejar a un lado el ego y el apego. Una calma que, a veces, amanece limpia y pura, rebosante de alegría y agradecimiento, resiliencia y comprensión.
¡Qué bueno cuando esto sucede! Esos momentos tan lúcidos, tan luminosos, me recuerdan esas mañanas de esquí en las que luce el sol, no sopla mucho viento y la nieve en polvo se deja mecer por el sinuoso curso del descenso, de la vida. Son momentos que crean afición. Luego ya vendrán las jornadas de nieve dura, ventisca y niebla, de dudas y confusión, pero uno ya está pillado por ese recuerdo, por esa convicción de que la práctica meditativa no es un masoquista despilfarro de tiempo, sino una joya con más de 5.000 años de garantía.
Y es que lo peor son las falsas expectativas, o debería decir las expectativas en si mismas, porque son ellas las que nos privan de esa convicción personal apoyada por la experiencia y que por lo tanto va más allá (o más acá) de la fe porque tiene una referencia vivida. De ahí que la frase de Pablo d´Ors diciendo que lo difícil no es meditar, sino querer meditar, tenga todo el sentido.
Prueba, practica, no caigas en la tentación de trivializar la experiencia. Meditar no es relajarse, no es visualizar lo que no es, meditar es vivir la vida tal como es, sin corazas ni etiquetas, sólo una presencia universal sostenida en el tiempo.
Una presencia rellena de paciencia y aceptación, alegría y convicción.
Foto de Neven Krcmarek en Unsplash
Querido Manel, muy acertado este post, poco que añadir a lo expuesto, solo aplicar mi propia experiencia, si bien por desconocimiento o por mal acompañamiento tod@s empezamos a meditar como mera herramienta para relajarnos, lo cierto es que cuando te quitas estos conceptos y simplemente decides que has de ponerte en modo meditación es cuando entiendes que no se trata de obtener algo a cambio de realizar la meditación, en mi caso encuentro, cuando lo encuentro, ese espacio de soledad para mi, ese momento de hacer un reinicio, pararlo todo y limpiar todo, como también he de decir que hay momentos de meditación que son un verdadero “asco” pues la mente, el momento o lo que quiera que sea no me permite aislar, y gracias a ti aprendí una cosa importante, NO HAY MEDITACIÓN BUENA NI MALA simplemente hay MEDITACIÓN. Gracias amigo mio.
Gracias Xavier. Un placer meditar contigo y tenerte dentro del grupo de La casa ámbar. Tus palabras me animan a seguir con esta iniciativa tanto de los posts como de las sesiones gratuitas de meditación. Muchas gracias amigo.
Pues qué bien que lo que haces te haga sentir bien.
El jueves de la semana pasada en la parroquia había adoración eucarística todo el día…qué hermosa experiencia, el diálogo con Dios, en la penumbra de la Iglesia, iluminado el santísimo…una sensación de confianza, alegría, sabiéndome nunca sola
Me alegro de que estés tan bien Manuel
Igualmente Meri. Qué suerte saber dónde hallar la paz sin necesidad de imponerla al otro.