Después de ocho años dando cursos de comunicación asertiva aún me pregunto por qué no hablamos claro de manera más natural y seguimos sin ser capaces de dar un no sin culpa, o un sí con todo el entusiasmo que merece.
Me ayudan en esta reflexión los cuatro autores del muy recomendable libro “Conversaciones Cruciales”, quienes apuntan a cuatro razones a tener muy presentes:
- Genética. Estamos diseñados para la acción-reacción y cambiar ese ADN milenario no es fácil. Cuando “pintan bastos”, cuando hay conflicto a la vista, las glándulas suprarrenales se activan y la sangre acude presta a las extremidades en detrimento de la que llega al cerebro. Es decir, la acción de huir o combatir prima sobre la de reflexionar. Las respuestas viscerales acechan, y o nos dejamos vencer por ellas, o las negamos y reprimimos en perjuicio de nuestra salud hasta que exploten en todo su artificio. En este punto, conocer nuestro patrón de conducta resulta fundamental para darnos cuenta lo antes posible de cómo y cuándo se activa “la bomba de relojería”, cuando “la anilla de esa granada en mano” ha sido desprendida, y hay que echarse a correr para evitar que nos explote en la cara o en la frente del otro.
- Y es que el conflicto nos pilla por sorpresa sin darnos opción a “repasar apuntes” y reconducir el tema. Ahí la clave es “ver venir los nubarrones” y limpiar vínculo lo más frecuentemente posible. Es decir, repasar metódica y regularmente si lo que siento y pienso (Columna izquierda en términos de CNV) es acorde con lo que digo y hago (Columna derecha en términos de CNV) para que, en caso de no serlo, proceder a “actualizar” lo antes posible y con tranquilidad el tema, con el o los aludidos.
- Efecto “Bola de nieve” Sí, sí, todo es muy sencillo si no lo complicamos, pero lo cierto es que lo complicamos. Y es que el pensamiento: “va a ser peor el remedio que la enfermedad” ha hecho mucho daño. Las indirectas, los sarcasmos, los chantajes, los silencios pasivo-agresivos… son el cáncer de toda relación. Darnos cuenta de ello es dar paso de gigante. Hay que perder el miedo, porque sin conversaciones valientes todas quedan pendientes, y no hacen más que redundar en vínculos cada vez más y más contaminados, llenos de resentimiento y ganas de encubierta o descubierta venganza. Hay que practicar, practicar y practicar.
- Desconocimiento de las habilidades necesarias. Marshall Rosenberg debería ser entronizado Maestro de Maestros y motivo de estudio en todas las escuelas del planeta. Nada hay más necesario que hablar claro. La Comunicación No Violenta nos facilita las herramientas necesarias para abordar cualquier conflicto de manera saneada. Un protocolo fácil de recordar para limpiar vínculo y ser más concretos, afectivos y efectivos tanto a nivel personal como profesional.
Si sabéis “cual es vuestro pronto”, si no queréis que “nada os pille por sorpresa”, y sobre todo si no queréis “complicar la cosa”, de verdad, leed a Rosemberg, o contratad un Curso conmigo. La satisfacción está garantizada.
Photo by Mimi Thian on Unsplash