Desde la revolución industrial la historia nos ha guiado y programado para el progreso lineal, secuencial y sin límites. La producción en cadena, la sociedad de consumo encadenado y el liberalismo desenfrenado nos han llevado al cambio climático, el aborregamiento mediático y la mayor viralidad del desconocimiento de la historia. Un desconocimiento trending topic concienzudamente estudiado por el Gran Hermano Big Data que, como sabemos, nos ha minado el prestar atención a base de llamar la atención sobre lo que a Él más le conviene.
Pero no, no voy a continuar alimentando el catastrofismo, quiero dedicar este post a lo bueno, que también lo hay. Aunque “lo bueno”, a mi entender, hay que buscarlo “fuera de catálogo” fuera de la línea, fuera de lo políticamente correcto o popularmente aceptado. “Lo bueno” está en la diversidad, en la integración, en un pensar, sentir y hacer, consciente de su multidimensionalidad.
Crecer es expandirse en todas direcciones y no ceñirse a lo establecido, al dos y dos son cuatro. Dos gotas de agua más otras dos gotas de agua no son cuatro gotas, sino un pequeño charquito. Me gusta abrirme al mundo de las sinergias, de lo inesperado, de lo raro junto a lo más normal del mundo; recuperar el sentido común unido al menos común de los sentidos. Me gusta pensar en un mundo sin prejuicios ni creencias limitantes, sin ideologías ni idealizaciones. Un mundo de aceptación, integración, convicción y alegría.
Pero para ello, debemos dejar atrás la idea de progreso y más progreso lineal, secuencial, non-stop. No todos queremos lo mismo. Ya hemos llegado al límite, y la meta parece que no es tan atractiva como esperábamos. No está mal, pero ahora ya no queremos más de lo mismo, ahora queremos otras cosas, y para ello hay que frenar el consumo a fin de disfrutar a lo sumo.
Si paramos y nos dejamos sentir, tomaremos conciencia de lo que hay. La conciencia es motor de nuevos deseos, y estos de nuevas acciones.
Sí, bienvenido el activismo en pro de una mayor satisfacción generalizada. Nos lo hemos ganado desde la cultura del esfuerzo, ahora toca, como nos enseñan las nuevas generaciones, poner las bases de la cultura del refuerzo, la solidaridad y el respeto a las diferencias (tanto las minoritarias como a las mayoritarias)
Siempre he pensado que el mejor antídoto al sufrimiento es la sabiduría, bebamos pues de ella para dejar de luchar por lo impuesto y empezar a disfrutar con lo puesto.
Creo que me ha quedado un texto rebosante de ridículos ripios y con un excesivo aire de alegato, arenga o manifiesto, lo siento, pero es que, en cualquier caso, alguien tenía que decirlo. 😂😂🙏
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