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¿Qué tipo de apego es el tuyo?

Dime cómo te quisieron y te diré cómo quieres, reza el dicho, y parece ser verdad. Los últimos avances neurocientíficos demuestran que la gestión de los afectos por parte de nuestros padres y/o educadores en la infancia, determina en buena medida el cómo nos desenvolvemos nosotros en la edad adulta con nuestras parejas, hijos…

Piénsalo ¿Cómo se querían tus padres entre ellos? ¿Cómo te querían a ti de pequeño? ¿Qué te premiaban y qué descuidaban, o castigaban?

La reconocida psiquiatra Marián Rojas se atreve incluso a concretar que el 50% de nuestro patrón amatorio se fija en los primeros 6 años de vida, dejando luego sólo un 25% para el periodo preadolescente de 6 a 12 y el resto de “matizaciones” a madurar desde ahí hasta la vejez.

¿Significa esto que nuestro destino viene marcado sin remisión? Claro que no. La edad en que sucedió la etapa más difícil, la posibilidad de acudir o no a alguna sana figura “sustitutiva”, la duración de las dificultades o la propia personalidad del niño influyen. Es más, la mera toma de conciencia de nuestro guion de vida en ese sentido nos va a permitir importantes ajustes a lo inercial.

De todas maneras, no nos viene mal el recordar que “la cabra tira al monte” y, aunque el “adulto” sabe lo que le conviene, el “niño” quiere lo que conoce, y eso es un peligro.

Si durante nuestros primeros pasos en esta vida fuimos objeto de particular cuidado y atención, nuestra autoestima será fuerte y la autoexigencia sana. Pero, si hubo lagunas, si el afecto/apego (especialmente materno/filial en primera instancia) fue errático e impredecible, o simplemente descuidado y poco sensible a las particulares necesidades del pequeño, probablemente la grabadora de nuestra voz interior reproduzca mandatos, vínculos y/o roles que nos perjudiquen más que no nos beneficien.

Un apego ansioso-ambivalente se manifiesta en…

  • Una gran necesidad de llamar la atención
  • Una continua necesidad de aprobación/validación
  • Un gran miedo al rechazo o al abandono.
  • Una fuerte dependencia emocional que puede degenerar en celos, agresividad o incluso vías de escape destructivas.
  • Un férreo control de la relación para que el vínculo sea lo más estrecho y aislado posible.

Un apego evitativo-doliente se manifiesta en…

  • Unos largos silencios pasivo-agresivos evitando mostrar vulnerabilidad.
  • Una notable dificultad para mantener relaciones de confianza e intimidad con la gente del entorno.
  • Una aparente independencia que no es más que una máscara a una gran inseguridad y baja autoestima.
  • Un enorme miedo, pánico, al abandono, lo que lleva a evitar a toda costa el conflicto u otras situaciones de gran carga emocional.
  • Una frialdad nada empática con lo que le sucede al otro degenerando en soberbia, cinismo y dureza de carácter.

Si te identificas con alguno de ellos, no te culpes, no te enfades, simplemente ponle conciencia, ponle remedio, y tu vida cambiará.

Photo by Error 420 on Unsplash

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