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Saber estar.

Saber estar es una de esas expresiones que hemos oído mil veces pero que no han sido, a mi entender, suficientemente valoradas.

Si uno no le presta especial atención, podría decirse que alude a algo obvio o meramente formal, a algo con resonancias a lo políticamente correcto, o socialmente bien aceptado.

Pero si le ponemos interés en explorar un contenido más profundo, a mí me llegan resonancias muy potentes. Saber estar se torna entonces una cualidad exquisita de quien sabe no sólo disfrutar el presente, sino también sostener la emoción de los momentos difíciles. La expresión no arrastra ahí lastre alguno de resignación, ni tan siquiera de aceptación, sino que nos coloca en una posición ganadora de autoestima y autoexigencia equilibradas.

Para los que somos amantes de la cultura y espiritualidad oriental, llámese hinduismo, budismo, taoísmo o zen, podríamos incluso aventurar referencia al Wu Wei, ese “laissez couler” que nos permite confiar y no interferir. Confiar en la autorregulación de quien se sabe equilibrado, de quién ya no necesita controlar para sentirse seguro, de quién cuenta con la fe en el género humano en una mirada que funde este mismo instante con el más largo plazo.

Desde esta perspectiva, el saber estar se abre a mil posibilidades: saber estar solo, saber estar en pareja, saber estar en compañía, saber estar frente a la dificultad y el conflicto… El saber estar nos coloca en esa posición tan gestáltica del observador frente al vacío fértil de cada nueva experiencia.

Piénsalo bien, si pones toda tu energía en saber estar todo se simplifica enormemente. En el saber estar no hay más juicio que tu compasión, ni más acción que la de acompañar el momento desde tus más honestas posibilidades.

Para saber estar no hacen falta cursos, religiones ni terapias, basta con dejarnos sentir, darnos cuenta de lo sencillo que es todo si no lo complicamos y darnos permiso para cometer errores.

La única regla podría ser no hablar ni actuar si no hay necesidad de expresar o hacer. Y si la hay, ser claros, diligentes y concretos sin esperar nada a cambio que no sea la tranquilidad de conciencia, la honestidad de corazón y la ausencia de ruido en la cabeza.

Me encanta la gente que sabe estar, me pasaría años junto a ell@s, sin discutir, debatir, ni competir, sólo compartiendo el silencio de quienes saben vivir sin proselitismos ni ansiedades.

Mientras escribo estas líneas llueve a cántaros frente a mi ventana, he apagado la música y llevo más de un minuto absorto con el repiqueteo de las gotas sobre las hojas de los árboles. Una gran paz me invade todo el cuerpo, y sin embargo reconozco que al levantarme he maldecido el día por no disponer de un sábado soleado en el que poder salir a pintar. ¿Será que estoy aprendiendo a integrar polaridades? ¿Será eso el saber estar?

Photo by Joy Stamp on Unsplash

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