Ser zen sin querer ni creer.
Releer a Allan Watts refresca y rejuvenece. Cuando Watts nos habla del zen, uno no tiene otra alternativa que sonreír, porque las grandes verdades no admiten debate sino un simulacro de diálogo, que en el fondo no es más que un guiño de reconocimiento entre hermanos.
Y es que este aventurero del budismo Mahayana no sólo nos da una versión 2.0 de las cuatro verdades del zen, sino que nos apunta a pie de página cómo leerlas y aprehenderlas.
Su versión del corpus teórico podría resumirse como:
- La vejez, la enfermedad, la muerte, el dolor, en suma, es inevitable, pero el sufrimiento no. Basta con aceptar que no hay vejez sin juventud, enfermedad sin salud, ni muerte sin vida.
- El secreto radica pues en evitar el apego unívoco a una sola de esas polaridades y abrazar el camino del medio como plácida opción de un viaje integrativo.
- La vida es constante expansión y contracción, inspiración y exhalación, aliento y desaliento, pero la vivimos siempre en presente respiración, precisamente como muestra integrada, recordatorio de que no hay uno sin el otro.
- Vivir en presente es pues la mejor demostración de que todo está interconectado, de que cada nuevo día, cada nuevo paso es una oportunidad. Basta con prestar atención y hacer lo correcto, lo que toca, para ir madurando. No hay otros preceptos, órdenes o mandamientos que ese saber estar.
Pero como digo, para mí lo mejor viene luego, cuando nos recuerda que como dijo Lao-Tse “los que saben no hablan, y los que hablan no saben” aunque escribiera todo el tratado Tao Te Ching para sostenerlo. O como cuando cuenta la anécdota de un maestro preguntando ¿Qué es esto? en alusión a una caja de cerillas para no dejar de rechazar todo tipo de respuestas, a cual más ingeniosa, hasta hacernos ver que todo eso no son más que sonidos, mientras lanza la caja por los aires. Anécdota que me recuerda aquello tan zen de ¿Ondea la bandera? ¿O es el viento el que sopla? O… ¿Quizás sea tu mente la que se inquieta? Para hacernos ver que experiencia y experimentador somos Uno.
Y es que, como insiste Watts, si nos viéramos obligados a resumir en una sola respuesta ¿Qué es el zen? lo que convendría sería hacer que todos los interesados se sentaran en círculo y en silencio durante cinco minutos para luego irnos sin mediar palabra. Porque el zen no deja de ser un diálogo entre un Buda y una persona normal o, mejor dicho, entre un Buda y otro Buda que no sabe que lo es, que insiste en verse como una “persona normal”, que no sabe ni entiende, creando con ello su propio problema.
Eso es. Nada más. Suelta. No lo pelees. No le des más vueltas. Déjate en paz. Sin nada que demostrar, nada que defender, nada que eludir ni nada que esconder vive naturalmente en presente y verás que todo es muy sencillo, si no lo complicamos.
Foto de Serghei Savchiuc en Unsplash