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¿Vences o Convences?

Cuando no estamos seguros, cuando no somos capaces de convencer al otro, discutimos, polemizamos o nos retraemos y silenciamos, pero esa falta de valentía en evidenciar nuestra incapacidad, nuestra vulnerabilidad, es la que hace que todo se complique.

Dice una frase de Ambrose Bierce “Habla cuando estés furioso y harás tu mejor discurso a lamentar.” Y es que el buscar culpables nos ciega. Si en lugar de perder el tiempo analizando quién tiene la culpa, resolvemos asumir nuestra responsabilidad y focalizar en nuestro más profundo interés, todo se simplifica.

Cuando nos enfrentamos bajo presión a firmes objeciones de algún interlocutor solemos perder de vista nuestro objetivo final y responder con malos modos reactivos, a cuál peor:

  • Acallamos al “enemigo” por poder (que no autoridad) atajando de raíz cualquier intento futuro de dialogo alrededor del tema.
  • Castigamos o represaliamos al opositor, lo que sin duda genera un silencio ensordecedor a nuestro alrededor.
  • Obviamos “el comentario” y desviamos la atención a otro tema confiriéndole una pretendida insignificancia que sólo nosotros aparentamos apreciar.

Frente a todo ello los modos más responsables sugieren:

  • “Recoger el guante” Ser sinceros, reconocer, admitir, que podemos estar equivocados.
  • Agradecer la precisión, pregunta o comentario.
  • Aclarar el apunte de inmediato, o manifestar que nos pondremos en ello cuanto antes, a fin de poder contar con los datos o hechos contrastados que nos permitan responder con mayor conocimiento de causa. Y hacerlo además de forma sincera, sin acritud, sino con ánimo de aprovechar la oportunidad para aprender del tema.
  • Pedir disculpas si nos hemos equivocado o si hemos dado por supuesto que ese extremo estaba más claro de lo que en realidad parece estar.

Todo ello sin olvidar que nuestro objetivo es transformar el pretendido “enemigo” en aliado.

El secreto radica ahí, en no perder de vista en ningún momento nuestro objetivo más profundo y primario: convencer, motivar, involucrar… En la precisión de los objetivos previa al encuentro está la clave. Si no queremos sólo vencer, tener razón, sino convencer y cooperar, preguntémonos siempre antes de empezar:

  1. ¿Qué deseo realmente para mí mismo?
  2. ¿Qué deseo para el otro u otros?
  3. ¿Qué deseo realmente para la relación?

Y no dejemos de cuestionarnos a lo largo de la conversación: ¿Estoy derivando hacia la sumisión, manipulación o represión?

Pero seguro que más de uno se está preguntando ¿Cómo puedo preguntarme todo esto en el calor de una discusión? Cuando estés a punto de “saltar” reactivamente a una objeción, prueba a lanzarte sólo esta última pregunta de hacia dónde apunta lo que vas a decir, con ello por lo menos conseguirás reconducir tu flujo sanguíneo a tu cabeza y dar una respuesta mucho más coherente y menos reactiva (¿Recuerdas el post de la semana pasada?)

Mmm… ¿Convencidos de todo ello? ¿No? No dudéis en comentar vuestra experiencia, duda, objeción o matización, será muy bienvenida.

Photo by Felicia Buitenwerf on Unsplash

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