El miedo
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El miedo es también una de las cuatro principales emociones junto con la rabia, la tristeza y la alegría. El miedo tiene hoy en día sin embargo muy mala prensa, y quizás sea por eso por lo que anda suelto tanto desaprensivo. Y es que el miedo resulta esencial para la convivencia. Sin prudencia el despropósito está asegurado.
Nos han hecho creer que el miedo es sinónimo de parálisis y con ello hemos entronizado la valentía y el coraje como polaridades de la excelencia cuando en más de una ocasión no son más que atrevimiento y osadía impertinente.
Es cierto que, como para todas las emociones, el exceso no es bueno. Pero el exceso se da porque la emoción “se nos sube a la cabeza” y esta magnifica y perjudica su función esencial.
El miedo, bien llevado, resulta primordial en la toma de decisiones. Si todo es gesto compulsivo luego el lamento es comprensivo. El miedo, ese contar hasta diez, pondera el impulso inmediato y lo equilibra con la reflexión de la repercusión a corto, medio y largo plazo.
Leía estos días el libro “Decídete” de los hermanos Heath y entre otras perlitas nos sugieren trabajar con un póker de dieces:
- ¿Cómo me sentiré a los diez minutos de haber tomado esta decisión?
- ¿Y después de dormirla, dentro de diez horas? ¿Cómo la viviré?
- ¿Y dentro de diez meses? ¿Cuál es el saldo más probable?
- ¿Y dentro de diez años? ¿Me acordaré de ella? ¿Para bien o para mal?
Sin miedo no reparamos en gastos, pero tampoco en los beneficios o pérdidas que comporta nuestro comportamiento.
Personalmente no me considero una persona miedosa, nótese que el calificativo tiene claras resonancias negativas, pero me gusta pensar que hay en el miedo algo de civilizado, de cultivado, que nos es estrictamente necesario. E insisto, más en los tiempos que corren, en los que la sociedad de consumo nos aboca a la inmediatez, a dar rienda suelta a eso que ahora llamamos libertad y que durante tanto tiempo se llamó libertinaje.
En fin, lo que vengo a reivindicar es que el miedo es imprescindible, y no es incompatible con la verdadera valentía, porque… como decía el viejo John Wayne:
El valor es tener miedo a la muerte y ensillar de todos modos.
El miedo, la emoción ideal para controlarnos, como se demostró desde marzo de 2020 hasta bien avanzado el 2022. ¡Qué emoción tan útil para obligarnos a hacer lo que no hubiéramos hecho en ninguna circunstancia! ¡Qué práctico fue para que los vecinos miedosos delataran a los que no y así la policía tenía fácil ejercer su opresión y desde casi todos los balcones aplaudiendo a las 20 horas!
Y eso en unas circunstancias en las que no había nada que temer, que todo estaba en la propaganda y en las mentes de la mayoría. Luego está el miedo basado en una realidad (el impuesto revolucionario que imponía ETA en los años de plomo a las empresas instaladas en Vascongadas, las cantidades que tienen que pagar los negocios a los mafiosos para que les “protejan”..:) primero se comete la maldad y luego se pone como ejemplo: “si no quieres que te ocurra lo mismo ya sabes lo que tienes que hacer”…
Está todo eso y luego el preguntarse ¿por qué temer?.
¡No temáis!: una de las frases que más se repite en los Evangelios. Puedo depositar mi confianza en este mundo o en Dios, en aquél caso ¿cómo no voy a tener miedo?. Jesús tuvo miedo, en el huerto de los olivos tuvo su tiempo de temor ante lo que iba a enfrentarse, y luego lo aceptó. Siguiendo su ejemplo muchos murieron mártires, los que no renegaron de la fe para conservar la vida: en La Vendée, desde 1791 a 1795 la revolución francesa mató a más de 200 mil, en México, desde 1923 a 1925 con las leyes Calles, 250 mil, de entre ellos uno de los casos más emotivos es el de José Sánchez del Río, el niño de 13-14 años que se unió a la Cristiada, diciendo a su madre que no quería dejarle ir: “madre, nunca ha sido tan fácil ganarse el cielo como ahora” y que llevó como única arma en la lucha un rosario; fue capturado cuando entregó su cabalgadura al capitán de su grupo que había sido desmontado en una escaramuza. Fue encarcelado en su pueblo, y le dijeron que si renegaba de su fe quedaría libre (su padrino era el alcalde de su pueblo y el que ordenó su detención), no renegó, le desollaron la palma de los pies y de las manos, le hicieron caminar hasta el cementerio, se detuvieron junto a la tumba que habían cavado para él, su padrino le dio una nueva oportunidad, José gritó ¡Viva Cristo Rey! y ¡Viva la Virgen de Guadalupe! , y su padrino le disparó.
Como dijo Tertuliano la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos
Otra visión del miedo, quizás menos pragmática que la tuya…nuestra naturaleza humana nos hace temer y confiar en Dios nos permite superar el miedo.
Las primeras palabras de Juan Pablo II: ¡No tengáis miedo!
Waw!! Me da miedo intentar respuesta a tamaño comentario.
Me quedo con que la fe es buen antídoto al miedo más ancestral.
Gracias por tus aportaciones.
Abrazoo