Gestión del tiempo
La gestión del tiempo es algo crucial en nuestras vidas. Si algo es indudable es que todos, absolutamente todos, vamos a morir, ergo, nuestro tiempo es finito. Y, es más, no sabemos cuando esto se acaba. Puede suceder mañana, dentro de veinte años, o esta misma tarde si me apuras.
Pero a pesar de ello, parece que se trata de algo que obviamos. Perdemos el tiempo en mil y un asuntos que nada importan, o, no sólo eso, corremos a toda prisa en un sin sentido que parece no tener final.
De vez en cuando algo o alguien nos recuerda que es bueno darle un sentido, un propósito a la vida, y entonces nos ponemos serios, trascendentales, e idealizamos un norte que dura lo que dura, pero pocas veces nos paramos a disfrutar del momento en si, por sí mismo.
La vida contemplativa parece algo reservado a los monjes, a las frases de Benedetti o Coelho, que nos alumbran o deslumbran, pero poco más.
Por lo demás, hablamos mucho de la atención plena, de la actitud positiva, de las creencias limitantes, de los valores morales o de los ideales épicos, pero poco de la concreción de las acciones diarias, de los gestos tan generosos como gratuitos, de las convicciones sostenidas por el comportamiento, de las vocaciones en ejercicio… Y es que el tiempo anda tan suelto como la procrastinación.
El “Siperonismo” es el gran mal de nuestros días. Cuantas veces nos decimos “Sí, sí… pero ahora no es el momento.” Y la vida pasa, porque lo suyo es pasar, pero no debería ser lo nuestro. El pasotismo cala poco a poco. Desde el “esto no va conmigo” hasta el “no tengo tiempo para ello” solo hay un paso.
No me cansaré de repetir que “sólo lo concreto motiva” y no hay nada más firme y concreto que el aquí y ahora. Vivir en presente es pues sinónimo de acción, de actividad, de compromiso y evidencia. Todo lo demás son cuentos. Ni prisas, ni fantasías, ni dramas, ni mil cavilaciones pueden competir con el zen de las pequeñas cosas, con el día a día, con el saborear la emoción de sentirnos vivos, atentos, vulnerables y activos.
Dice el refrán “Tenemos dos vidas, y la segunda empieza cuando nos damos cuenta de que ya sólo nos queda una.” Aprovecha, transforma ideas en acciones y acciones en actividades. Ponle hilo a la aguja. El ovillo rojo de Ariadna no tiene recambio.
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Foto de Murray Campbell en Unsplash
Bastante de acuerdo en conjunto con lo que dices, el presente es lo que nos debe ocupar, excepto para el que goza con la preocupación (estar pendiente del futuro) o con el arrepentimiento (quedarse en el pasado: si hubiera .., si no hubiera…)
Veo que la muerte es un tema recurrente en tus artículos, un tema del que muchos no quieren hablar, más parece como un temor supersticioso que otra cosa. Digo yo, que es una impresión mía, y puede no ser cierta.
No me voy a enrollar más y me reservo para el próximo.
Sólo una cosa más, aunque se sale del tema: Hace una semana entendí por fin en qué consiste estar enamorado. Mira que había buscado el significado veces, pero no, incapaz de entenderlo, y el jueves pasado, no recuerdo que leía que me llevó a buscar de nuevo la definición y tate, ¡por fin!.
¡Un estado emocional! Estado emocional en el que uno busca colmar sus propias necesidades. Allí me quedó todo claro, por eso es posible enamorarse y desenamorarse con facilidad, los estados emocionales empiezan y acaban. Y como estado emocional la voluntad no interviene en absoluto. Tan diferente al amar, que no es ni sentimiento ni emoción, sino acto de la voluntad, por ello podemos decir hemos de amar, (amar= desear y buscar el bien del otro) , que no es sentimiento ni emoción.
Disculpa la disgresión, es que me impactó tanto haberlo entendido que quería exponerlo aunque no viniera a cuento.
Hasta pronto
Siii, especialmente agradecido por tu digresión, la cual comparto plenamente.
Mi tan admirado Irvin Yalom llega a decir que no deberíamos admitir en terapia a un paciente enamorado, porque tal es su enajenamiento que si no cede en parte su “locura” no hay cura. 😂😂😂
Gracias por tus siempre atentos comentarios.