La autoestima
La autoestima es sin duda la clave de nuestro desempeño en la mayoría de nuestros mundanos propósitos. Occidente y por extensión la sociedad de consumo lo ha premiado y explotado hasta la saciedad. Oriente en cambio ha tendido históricamente a apostar por la capacidad de frustración como rasgo de valoración prevalente. En mi opinión está claro que ambos mundos son necesarios y complementarios.
Pero centrándonos en el primero, que nos resulta sin duda más cercano, quisiera advertir que a mi parecer llevamos ya demasiado tiempo confundiendo la autoestima con el narcisismo y la prepotencia.
El culto al ego nos ha llevado a confirmar la dinámica de la culpa echando sistemáticamente “pelotas fuera”. El “Es que…” ya no es recurso de amparo, sino que se utiliza sin ningún reparo. Clamar por la justicia, el respeto, la libertad, mis derechos… se está volviendo un ejercicio retórico de experiencia paradójica. Quién más grita en favor de la justicia más injusto se posiciona, quién más respeto reclama, menos respeto demuestra, quién más libertad abandera menos libertad facilita… Sí, el mundo al revés como decíamos de niños.
Y es que el narcisismo no es más que la reacción contra fóbica a la baja autoestima.
Confundir narcisismo ególatra con autoestima fruto del trabajo bien hecho conlleva mezclar ideales fantasiosos con valores costosos, consumo mercantil con disfrute ganado a pulso, placer con felicidad, inteligencia (artificial) con sabiduría (experiencial) y eso acarrea graves consecuencias.
Posiblemente la principal a nivel personal sea que de hecho abre una enorme brecha entre la falsa autoestima (narcisismo) y la alta autoexigencia (perfeccionismo) lo que se traduce en una creciente ansiedad.
Si no paramos y le ponemos conciencia, nos creemos no ya autosuficientes, sino omnipotentes, con capacidad para cambiar al otro y al mundo entero a nuestro antojo sin mediar más esfuerzo que confirmarnos a diario nuestras propias mentiras sobre nuestro poderío.
En fin, sin ánimo de ser catastrofista, si no con el empeño de volver a ofrecer una mirada fenomenológica a lo obvio, creo que nos vendría bien el dejar de jugar a los infantiles halagos faltos de fundamento y volver a valorar en mayor medida el trabajo bien hecho, el que construye puentes, el que genera vínculos sanos, el que la cultura del esfuerzo, modestamente, siempre había ensalzado.
¿No crees?
Foto de Pawel Czerwinski en Unsplash
Magnífico post Manuel. Creo que ahora es buen momento para volver a la cultura del esfuerzo, tan poco valorada en estos últimos tiempos. Así también comparto que la autoestima se refiere más a la aceptación de uno mismo y el ser compasivos con. nosotros mismos aparcando el concepto del ego que es algo distinto.
Gracias Maria. Tus comentarios siempre enriquecen el debate.
Gracias por participar en él.
Muy de acuerdo con el párrafo final, de cierre del artículo
Viniendo de ti me sube la autoestima. 😉❤️