La escucha generosa
La escucha generosa no llega por casualidad, primero hay que tomar conciencia de la escucha replicativa que tanto observamos, luego practicar la escucha de espera para no resultar invasivos, y finalmente superar la escucha selectiva que sólo escucha lo que quiere oír.
La generosidad en la escucha tiene sus bases y sus beneficios.
Las bases son cuatro: la presencia (atención en el aquí y ahora) la curiosidad (opuesta a la cerrazón) la pregunta aclarativa (o de mera paráfrasis confirmativa) y el interés por la motivación subyacente.
Los beneficios son múltiples: sentir la frustración tras la crítica, la inseguridad o la envidia detrás de la agresión y el miedo que surge de la resistencia al cambio. Sentir en suma la necesidad que hay detrás de cada expresión, lo que revela un poder ilimitado de comprensión, negociación y relación.
A partir de ahí dominar el silencio productivo no es tan difícil. Se trata simplemente de dar tiempo para procesar y que el otro además se sienta atendido. Se trata en realidad de escuchar para entender, comprender y aprender en lugar de para enfrentar, confrontar y apretar. Dicho de otro modo, se trata de escuchar para entender motivaciones y no para enfrentar posiciones.
Parece simple y es que es simple, somos nosotros quienes lo complicamos porque nos gusta más hablar que escuchar, puntualizar que ponderar, replicar que revisar.
Observar, escuchar, silenciar nos devuelve a un estado amniótico e hipnótico de ancestral felicidad. No hay más que probarlo para sentirse atraído por ese estado advaita de fluencia y confluencia.
Fluir y fondear, esa es la cuestión. Fluir en la expresión y escucha, fondear en la motivación y entendimiento.
Ser generosos en la escucha tiene un retorno inmenso e inesperado. Todo lo que das te vuelve multiplicado y el otro deja de ser un yermo desierto de aviesas conclusiones para convertirse en un vergel de atractivas alusiones. Da que pensar, da que sentir, y eso, eso es lo que es vivir.
Deja de luchar, deja de querer demostrar y dejarás de suspirar por meramente sobrevivir.
El agradecimiento y la generosidad mueven el mundo, todo lo demás son motores contaminantes.
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