La tristeza
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La tristeza es sin duda una de las cuatro principales emociones junto con la rabia, el miedo y la alegría. Pero tal vez sea la tristeza la que más difícil nos lo ponga para argumentar su utilidad. ¿Para qué sirve la tristeza?
Y es que no se puede entender la tristeza sin la alegría. En mi opinión no hay una sin otra. Ambas constituyen el núcleo duro de la integración de polaridades junto con el Yin y el Yang, lo masculino y lo femenino, el bien y el mal…
Hay una frase en mi mantra diario que dice: “Inmenso como el mar, diluyo tu pesar. Deja de sufrir es grande el devenir.” Y quiero interpretarla como eso, como que la tristeza, el duelo, es preludio inevitable de la alegría.
Sin conocer la profunda tristeza, nuestro irremediable destino de muerte ¿Sería posible reconocer la alegría de la vida?
Y desde ahí me surge otro concepto clave, que no es otro que el de la sabiduría. La sabiduría, que atiende a lo emocional tanto como la inteligencia lo hace a lo racional, es el hilo de Ariadna que vincula tristeza y alegría como las dos caras de una misma moneda.
La tristeza nos recuerda nuestra evanescencia, nuestra vulnerabilidad, nos devuelve a nuestra más honesta humildad, y nos despierta nuestra compasión y generosidad.
La tristeza es a la pérdida, a la muerte, en suma, lo que la alegría es al disfrute de la vida, de lo temporal, incierto y sorpresivo.
Pero como en todas las otras emociones, el riesgo de extremar este sentimiento está también presente. La melancolía, la nostalgia, la depresión infinita acechan. Suerte que ahora ya disponemos de una vacuna, un antídoto a ese pernicioso sentir que nos merma no sólo las fuerzas sino también las ganas de vivir. ¿Adivinas de qué se trata? Si has leído mis dos anteriores posts deberías saberlo.
Estamos hablando de la rabia. La rabia es esa puerta sin puerta que pone voluntariamente fin a nuestro dolor y troca la tristeza en alegría por un despertar que puede ser súbito o progresivo, pero que es sin duda una resurrección, una reencarnación de esa energía vital que nos impide vagabundear durante demasiado tiempo en la supervivencia y nos invita a disfrutar de la vivencia en plenitud y en presente.
Todo pasa y lo suyo es pasar, dice el verso, y yo quiero traducirlo en Todo pasa y lo suyo es no perderse nada mientras pasa. Eros y Thanatos deberían poder bailar de la mano.
Vivir en presente no es negar la tristeza, sino aceptarla como fuente de vida. No en vano nacemos llorando. Ojalá podamos morir sonriendo.
Ahí es donde media la sabiduría.
Foto de Claudia Wolff en Unsplash
Ojiplática me dejas con tus palabras. No.te sigo en tus conexiones, aunque me resulta muy interesante el planteamiento: ¿para qué sirve la tristeza?. Aunque la pregunta es muy materialista, me ha llevado a pensar qué me la causa y si me lleva a algo.
Reflexionó y me doy cuenta de que lo que más me la causa son los errores del pasado ya irremediable, ya no están aquellos con quienes los cometí, ya no puedo mejorar nada. Ojalá ello me ayude a darme cuenta de cuando se dé de nuevo en el presente, para que en el futuro no sienta lo que ahora respecto del pasado.
La rabia no veo que juegue ningún papel, el antídoto son para mí la aceptación y la esperanza
Tu última frase, similar, me la regaló mi madre: el día que tú naciste todos reían y tú llorabas, vive de manera que cuando mueras todos lloren y tú sonrías (era de esas frases que poníamos en la carpeta las niñas). Por manida que sea, me agrada.
(aunque cuando nacemos lloramos por frío, salir al aire después de haber pasado nueve meses en un líquido calentito, no por tristeza)
Luego a por el siguiente;)
Un placer leerte Meri.
Intuyo que en la tristeza y su valor estimulante coincidimos en darle prestancia.
Seguimos, que no es poco.
Abrazoo