Polaridades
Vivimos en un mundo marcado por las polaridades: blanco o negro, bien o mal, alegre o triste, valiente o miedoso, calmado o rabioso… y yo creo que eso es rémora de herencia maniqueísta.
La vida, el mundo, no se define en bicolor, hay infinitud de tonos y matices que conviven en armonía y hacen de la atención y el contexto protagonistas. Cada momento merece una reacción acorde. No podemos resignarnos a un lenguaje binario como el de un ordenador.
Vivir en presente supone afrontar cada estimulo, cada reacción como algo único, algo que merece ese matiz que va más allá de los polos extremos.
La Gestalt nos invita explícitamente a trabajar en la integración de polaridades. Toda decisión implica una renuncia. Todo tiene su coste de oportunidad. Saber cuando conviene la calma y cuando la rabia, cuando la alegría y cuando la tristeza… y ajustar en qué medida cada una de ellas merece proporción es tarea de sabios.
Por otro lado cuando en el zen hablamos del camino de en medio no necesariamente aludimos a ni chicha ni limoná, sino que nos referimos a todo el abanico que se abre entre polos (estos incluidos) A veces conviene una calma Advaita que deje fluir lo que toque fluir y a veces conviene una enérgica rabia que ponga súbito límite a lo que no queremos en nuestra vida. Esa riqueza cromática de vivos tonos y amplia paleta de emociones define al Maestro.
Leía ayer por la noche la novela de Flavia Company HARU y estas líneas que a continuación transcribo me recordaron esta preciosa habilidad de integrar polaridades para vivir realmente al día.
“El sol y la luna conviven en el firmamento, Haru. Cuando impera el primero es de día, cuando impera la segunda de noche. Pero en el mundo es de día y de noche a la vez:”
¡Qué bonita manera de expresarlo! Y es que luz y sombra están en todos nosotros como ya apuntó Jung. De ahí a entender que la realidad no sea muchas veces más que una proyección nuestra, sólo hay un paso. Y desde ese paso a la compasión infinita sólo un abrir y cerrar de ojos.
En resumen, dejar de juzgar en blanco y negro, nos abre a vivir el presente desde la multitonalidad aunque eso no niegue luces y sombras, que, una vez conscientes y reconocidas, nos abren a su vez a la más humilde compasión por la condición humana.
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Foto de Andrea Sonda en Unsplash
¡Vamos allá! ¡Que suerte Manuel, ya no coincidimos!
Primero de todo, y aunque no venga a cuento del tema, ¿por qué tachas el título de tu blog?
Ahora sí y empezando por el final, a ver Manuel, que te he leído en otros textos que afirmas la realidad de una existencia externa a uno, y aquí me sales con lo de que la realidad es “una proyección nuestra”. Ya te digo que yo no soy una proyección tuya por mucho que eso te pueda hacer ilusión.
En cuanto al maniqueísmo no tiene nada que ver con la existencia de lo opuesto. Lo que sostenía, y que actualmente me parece que pervive en varias concepciones orientales o con influencias orientalistas, es la existencia de dos principios creadores: el bien y el mal, con la implicación de que ambos están al mismo nivel, es decir, Dios creador del bien y el demonio creador del mal. San Agustín, en su larga e interesantísima vida (me estoy leyendo Las Confesiones y es sorprendente), pasó por una etapa maniquea, hasta que recibió la Gracia, gracias en buena parte a las plegarias de su madre, Santa Mónica, a su búsqueda de la Verdad y a depositarse en manos de Dios y no confiar exclusivamente en su voluntad.
Por tanto principio creador sólo hay uno, que todo lo hizo bien, y entonces ¿el mal?. Dentro del mal no están los fenómenos naturales, sino sólo el que reciben las personas por las acciones u omisiones de otras personas, o el que cometen las personas. Y está claro que surge de la libre elección, del libre albedrío.
Luego, pues claro, hay momentos de je je je y ja ja ja, y otros momentos de seriedad, de poner límites, de dejar las cosas claras, aunque siempre está bien utilizar la mano izquierda…(mira que me cuesta..)
Apa, aquí lo dejo.
Que tenga usted un feliz descanso
Como decía Jack el destripador, vayamos por partes. 😂😂
El título de terapia existencial va tachado por mantener la idea de que la vida, el hilo rojo de Ariadna, está por encima de cualquier terapia o teoría (por no extenderme en la respuesta)
Por lo demás, en mi modesta opinión, la percepción de la realidad no es más que una proyección de prejuicios aderezados por algunas gotas de sorpresa.
La realidad en si misma no existe mientras no le prestemos atención. Sólo cuando nos fijamos en algo lo ponemos en valor y existe para nosotros.
Pretender otra realidad más firme es anegarse en la ciénega de las ideologías.
En cuanto al maniqueísmo, aún a riesgo de errar mi entendimiento, la idea, recogida luego por la religión, es que hay buenos y malos, pecado y virtud… sin espacio para la contextualización y la compasión, cosa que en absoluto comparto (matizaciones al margen de San Agustín o su madre Mónica)
Feliz Navidad Meri. Un placer debatir contigo.