Háblame de ti.
He podido comprobar que la gran mayoría de mis impacientes inician invariablemente su discurso hablándome de personas que no son ellas. La crítica o la queja surge ahí entonces de manera espontánea, como lo más natural del mundo. Si no frenamos nos sumergimos sin sentir en el mundo de la culpa: es que… la culpa es suya (o mía) o, ¿y si… todos somos culpables y esto se convierte en un horror?
Las interpretaciones, proyecciones y juicios campan por sus fueros. Es lo que la Comunicación NoViolenta llama explicaciones degenerativas, excusas vaya, en oposición a las explicaciones generativas que ponen el acento en nuestra propia vivencia y responsabilidad.
Háblame de ti, les digo siempre. Cuéntame cómo te sientes frente a esta situación, esta conversación, este momento o esta relación. ¿Qué se te mueve al conectar con ello? ¿Qué te está pasando al revivirlo?
Sólo ahí podemos actuar, trabajar, madurar, mejorar, todo lo demás es literatura.
Cuando uno entra en proceso debe entender que en él no encontrará necesariamente consejos ni consuelos sino observaciones que tal vez puedan iluminar nuevos caminos, interpretativos en primera instancia, pero vivenciales lo antes posible.
No me cansaré de repetir que el primer capítulo del crecimiento y maduración personal pasa por asumir que lo que me sucede es por lo menos responsabilidad mía en un 50%, por acción u omisión, por dónde me sitúo o dónde me colocaron y no reaccioné. Y el segundo capítulo, más importante si cabe, es que el 100% de mi foco y energía debe estar en esa parte que directamente me incumbe y sobre la que puedo actuar.
Querer cambiar al otro, adaptarlo, someterlo, es no sólo perder el tiempo sino interferir en su proceso personal. Cuando uno cruza la linde de la mayoría de edad asume la libertad y la responsabilidad de su particular camino hacia la felicidad. Puede apoyarse en padres, amigos o terapeutas, pero su destino es llegar a poder correr sin muletas.
En fin, la idea es: dejémonos de preocupar tanto por el otro y ocupémonos más de lo nuestro. ¿Somos personas confiables? ¿Atendemos a nuestros compromisos? ¿Son estos acordes a nuestros valores? ¿Cuál es nuestra actitud frente al cambio? ¿Cómo afronto el error y la incertidumbre?
¿Dónde pongo la atención? ¿En la botella medio vacía o la medio llena? ¿En lo que yo puedo hacer o en lo que yo y los otros “deberían” hacer?
Foto de Jonas Svidras en Unsplash
Sin que sirva de precedente, en está ocasión comparto lo esencial de lo que dices. e
Está en nuestras manos sólo lo que depende de nosotros
Por otra parte me ha hecho recordar algo que me ha venido recurrentemente a la mente en los últimos días, lo de las compañías tóxicas. Me parece paradójico, todos hablan de ellas, de otros que son tóxicos, pero si todos las sufren ¿Quienes son los tóxicos? He llegado a la conclusión de que no existen, somos personas diferentes, cada uno.con su temperamento y carácter, incompatibles a veces, o que no nos gustan, tachar de tóxico a alguien es mucho de eso de cargar la responsabilidad o la culpa en los otros
GRANDE. Nada que añadir, más que gracias.