Skip links

La muerte.

La muerte forma parte inexcusable de la vida, todos lo sabemos, pero hay que admitir que hablar de ella resulta normalmente incómodo.

Si bien es cierto que hay personas, familias, a las que por la razón que sea la muerte les resulta más cercana, más cotidiana, en general es un tema tabú. Y, es más, cuando se habla de ella en la mayoría de las ocasiones se vincula a la trascendencia, como si no hubiese una sin la otra.

“Pensar en la muerte (Memento Mori) me da más ganas de vivir.” es de las pocas expresiones que resulta salida airosa para esquivar ese binomio subyacente muerte-trascendencia. Pero me temo que es más una rápida “respuesta de compromiso” (para evitar mayores reflexiones) que una verdadera apuesta continuada por la vitalidad. Felicidades si no es así.

En cualquier caso, volviendo al meollo del asunto, a mí personalmente me parece diferenciar tres grandes tipos de planteamiento:

  • El que diferencia dos (o tres) instancias (cielo/infierno, virtud/vicio, buenos/malos…) y entiende que al morir pasamos “espiritualmente” a esa segunda estancia.
  • El que apuesta por una trascendencia en proceso (reencarnación) dónde al cruzar el bardo vamos “madurando” hasta el descanso definitivo.
  • El que entiende que la trascendencia está entre nosotros mismos y es tan evidente que nos pasa desapercibida.

Huelga decir que yo me siento profundamente convencido por esta tercera vía. En este caso no es necesaria una fe ciega, ni una creencia ampliamente compartida, basta con observar con atención y preguntarnos ¿Quién soy yo?

De muy jovencito (he de admitir que provengo de una de esas raras familias en las que la muerte estaba por desgracia muy presente) me decía: “Yo soy una suma ponderada y sinérgica de ellos y yo.” Y lo sigo pensando, aunque ahora tal vez lo formularía de manera menos rimbombante.

Para expresarme más claramente creo que podemos recurrir a algunas preguntas ¿Qué sería yo sin mi padre y mi madre? ¿Qué sería de mi sin mi familia y amistades? ¿Qué sería de mi manera de ver las cosas sin ese encuentro puntual con esa persona que dejó tanta huella en mi carácter?

Nada, o prácticamente nada. Polvo de estrellas para el poeta.

Y el tema no acaba ahí. Cuando alguna de esas personas muere, desaparece de este mundo, sigue en mí, buena parte de ella sigue viva en mí. Increíble, pero innegable. En cada uno de nosotros se integra de manera única la inmanencia y la trascendencia. ¿Curioso no?

No sé a vosotros, pero a mí esto me resulta tremendamente reconfortante.

Foto de Peter Conlan en Unsplash

Leave a comment

    1. Genética y epigenética tienden una mano al karma infinito de nuestra humanidad
      Gracias Benet.

  1. te n’has deixat una. els que pensem que som un conjunt de partícules subatomiques que formen els àtoms i aquests alhora les molècules, que s’uneixen i donen lloc a proteïnes, etc i al procesos químics que conformen el nostre cervell i en definitiva el nostre cos. quan ens morim es moren les celles que ens han mantingut units gràcies a l’electró magnetisme. els nostres àtoms continuaran formant part de l’univers: estrelles, galàxies,supernoves….que bonic pensar que serem immortals sense tenir-ne consciència.

    1. Gràcies Enric. Tu “sempre al tantu”. Jjjj
      La veritat és que m´agrada més pensar en termes de emocions que d´electrons. Probablement sigui el mateix, una emoció pot ser vista com un trist diferencial electric entre extrems neuronals, però…
      Ara no sé si som amics o només es tracta de que hi ha bona química!!
      Jjjj Una abraçada, jove!!

  2. La muerte, para mí uno de los temas de los que más me gusta conversar aunque, como muy acertadamente dices, tan difícil que pueda ser tema de diálogo. Recientemente me hicieron una consulta unas personas preocupadas por si la empresa las podía trasladar de centro de trabajo, dentro de la misma localidad (una población del Maresme de no gran extensión), para hacer el mismo trabajo y en el mismo horario. Decían que les preocupaba el cambio porque ya se habían habituado al lugar donde estaban…tras resolverles la duda, les dije “pues si os preocupa este cambio, imaginad cuando muráis, eso sí que va a ser un auténtico cambio”, la respuesta fue reírse, decir “quita, quita no hablemos de eso”, pero desde luego el supuesto cambio de centro de trabajo ya les pareció “peccata minuta”.

    He leído en uno de los comentarios a tu artículo (me hace gracia leer lo que escriben otros, me da ayuda a calibrar al mundo), que te has olvidado una cuarta opción, que me ha parecido interpretar como la cientifista; encuentro tan fascinante esta visión…se ha de tener tanta fe y tan poca racionalidad para creer que algo sale de la nada, por azar se dan las leyes de la física y de la naturaleza, de repente de seres unicelulares surgen seres pluricelulares, sin venir a cuento les salen órganos compuestos, y luego unos órganos sustituyen a esos órganos, y todo por azar, y luego aparece un ser con una mente que cuestiona el mundo, a sí mismo, a los demás, que tiene conciencia de sí mismo, pero esa conciencia surge de…está bien, son personas con una fe enorme.

    En realidad he sacado a colación lo de la cuarta, porque veo que tampoco has incluido la visión cristiana, aunque quizás hayas pretendido incluirla en el primer bloque, en el que no cabe. Breve explicación de esto antes de entrar en el meollo de tu tema: para los cristianos el mundo no se divide en buenos y malos, vicio y virtud. Todos los seres humanos, excepto María, la madre de Jesús, tenemos tendencia al mal, en cuanto heridos por el pecado original. Nuestros actos, omisiones, pensamientos y palabras pueden ser buenos o malos (no hay actos neutros), y por nuestro libre albedrío decidimos entre unos u otros, y por esa capacidad, somos responsables de los mismos, para bien o para mal. Existe una conciencia universal, no porque sea una única de toda la humanidad como un único ser, sino porque es común a todos los seres humanos, que nos permite diferenciar entre el bien y el mal (obviamente podría haber individuos – aunque no lo he podido constatar – que por alguna patología no tuviera esa capacidad de discernimiento) y entendernos cuando hablamos de injusticias, decimos tal se portó mal, o se portó bien…Para los cristianos, esa capacidad de discernimiento reside en el alma, la parte espiritual e inmortal de los seres humanos (el alma es la forma. Los animales también tienen alma aunque no inmortal), que no se genera de la materia, del cuerpo, pues la materia no puede generar algo de lo que no participa, pero que mientras estamos vivos cuerpo y alma están unidos. La muerte del cuerpo supone una separación contra natura del alma y el cuerpo, como no puede ocurrir eternamente, alma y cuerpo volverán a unirse con la resurrección de la carne. Yendo hacia atrás, el infierno, es la ausencia eterna de la presencia de Dios, el Cielo, es la presencia eterna de Dios. Nadie se salva a sí mismo, aunque sí podemos condenarnos: si no queremos la salvación. Dios creó el mundo visible e invisible, y creó las leyes que lo rigen, y a los seres humanos nos hizo libres, por eso aunque podría, porque nada le es imposible, no nos llevará al Cielo si libremente decidimos que no lo queremos.

    Y después del paréntesis (cada vez me parezco más a mi madre con las disgresiones…pero, al menos ahora, he aceptado que ese parecido que me puede llevar a un final semejante al suyo, no me va a enojar), entrando en el tema me llama la atención lo siguiente:

    – vivimos en la cultura de la muerte: se aprueban leyes que nos aparen los derechos a pedir que nos maten pero sólo con determinados productos y en sitios concretos, o que nos dejen matar a nuestros hijos
    – nos impiden consumir algunos productos respecto de los que es conocido que nos pueden matar, o pueden perjudicar nuestra salud (otros que también lo hacen sí que nos los dejan). También nos impiden intentar curarnos con productos que se ha demostrado que curan o son inocuos.
    – nuestros muertos quedan apartados en una habitación alejados de nosotros en los tanatorios
    – muchos no llevan a los niños al tanatorio o al cementerio cuando muere un abuelo, dicen: no es lugar para niños

    recientemente me he sorprendido pensando que me gustaría ver mi funeral, y luego me he dado cuenta de que no soy tan original, y por eso hay tantas películas en las que algún personaje simula su muerte para ver cómo reaccionan los demás en su funeral

    Ah, podrías decir, pero ¿no decías que tenías un alma inmortal?. Claro, pero la cuestión es que nuestro espíritu no vuelve, y no se dedica a observar lo que pasa en el mundo, ni le interesa ni lo necesita.

    Y en relación a tu punto de vista, que los muertos quedan dentro de nosotros, no puedo menos que no compartirlo desde la visión en la que todos y cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles. Que nos parecemos en nuestro comportamiento a nuestros padres, seguro, más por convivencia que por genética, y que siempre los llevaremos en nuestro recuerdo, sea para bien o para mal, también. De allí a decir que eso es porque ellos quedan dentro de nosotros…es una fe, no racional, pero que supongo que aporta un consuelo que necesitas

    Un abrazo

    1. Mil gracias Meri por tu exposición. Estoy contigo en que hay mucha fe ciega en la ciencia y en la conciencia. Pero me quedo con el placer de que a ti también te guste hablar del tema. Un abrazo.