¿Tú me quieres?
¿Tú me quieres amor? Vaya pregunta. Y sin embargo todos sin excepción en algún momento la hemos expresado o pensado.
Mi interés se centra hoy en la posible respuesta, o mejor, en qué reflexión debería acompañar una meditada respuesta. Y sin duda esa no es un simple “Pues claro que te quiero, cariño.” Ni que venga acompañado de un achuchón.
En mi opinión, en primer lugar, habría que valorar el momentum de la relación. Porqué efectivamente todo vínculo tiene un ciclo de vida con etapas de distinta longitud según las personas, edad y demás. Pero, en cualquier caso, hay cuatro etapas de maduración que creo es bueno reconocer:
- CONEXIÓN. La primera fase, la conocida como enamoramiento aqueja un enajenamiento difícil de manejar. Cualquier intento de racionalizar es vano. El atractivo y la idealización campan por sus fueros y vete tú a poner orden. La respuesta “Con locura” sería la más propia y común.
- CONCIENCIA Tarde o temprano todos caemos del guindo. Esa peca maravillosa se torna misteriosamente en verruga odiosa, y todo el castillo de naipes idealizado no solo se tambalea, sino que se derrumba en pedazos. Momento crítico sin duda para todos y todas las Peter Pan, pero también para otros mortales. Porqué lo que era Xanadú, pasa a ser Madrid, Barcelona o Pamplona con todos sus parques, pero también con todas y cada una de sus obras y contaminaciones.
Ahí habrá que esforzarse, porque el desengaño es gordo y no reconocerlo, no ponerle conciencia, puede resultar mortal. Y hay que esforzarse doblemente: empatizando/aceptando “las pegas” del otro, y siendo a la vez más claros, más asertivos manifestando nuestras necesidades más perentorias.
La respuesta aquí nos la da Fritz Perls: “Yo no estoy aquí para cumplir con tus expectativas. Tu no estás aquí para cumplir con las mías. Si coincidimos, fantástico, sino es que no podía ser.”
- CONFIANZA. Si hemos sobrellevado sin trauma el envite anterior estaremos preparados para la tercera fase. Ojo que si lo hemos aguantado en base a un férreo toma y daca o a un sacrificio constante, puede ser que lo que nos esté pasando es que no sepamos soltar (y eso sí que es muy lamentable)
Pero si vemos que el tiempo juega a nuestro favor, es que así vamos bien. El conocimiento y la confianza mutua creciente son un gusto. Nada como el haber sabido poner límites para disponer de un buen territorio de confianza. Ojo entonces a no perderlo. Porque lo que no se valora se pierde. Y ahí hay un nuevo riesgo. La respuesta aquí es: “Creo que te quiero tanto como tú a mí. Y eso sin duda es un éxito de los dos.”
- COMUNIÓN. La última etapa recoge en perspectiva lo mejor de las tres anteriores: ilusión, empatía, asertividad y confianza ciega. Y lo bueno es que lo hace sin caer en confluencia (dependencia enfermiza) La respuesta en este caso podría ser: “Qué bueno compartir o haber compartido tantas expectativas y experiencias juntos sin tener o haber tenido que renunciar a nada excesivamente importante.”
El viaje es largo, y como hemos visto, está plagado de retos y trampas, pero vale la pena. De hecho, yo ya voy por el tercer intento, y todos ellos me han parecido a cual más maravilloso.
Más Podcasts en Spotify Terapia Existencial
Foto de Jamez Picard en Unsplash