Etapas
Todo son etapas en la vida. Y no sólo me refiero a la edad: infancia, adolescencia, juventud, madurez, vejez… sino también a lugares, amistades, amores…
Entender una vida por entregas, como etapas, no es sin embargo algo fácil. Cuesta soltar, cambiar, adaptarnos a lo nuevo, a lo diferente. El apego es de raíz nuestra asignatura pendiente, algo a integrar, a superar.
A veces pienso que la vida es finita precisamente por eso, para avisarnos de que tenemos un tiempo determinado para asumir que todo acaba y que cuando acaba algo nuevo empieza.
Muchas veces nos aferramos a un momento, un contexto, una circunstancia y queremos entenderla no ya infinita, que de hecho lo es por ser única, sino vanidosamente repetible, perdurable. Vana ilusión, puesto que como decimos es única y en consecuencia irrepetible.
Entender esto es comprender que lo que nos ancla a algo imposible no es una edad, un lugar o una persona en particular sino un momento que no volverá. Quisiéramos que nada cambiara, que hubiese cambiado, cuando de hecho, ni yo, ni tú, ni nada es ya irremediablemente igual.
Ya nos advertía Heráclito que el rio no es nunca el mismo, y así la vida. La vida está tejida de etapas, felices, infelices, duras o llevaderas, pero siempre irrepetibles.
Si esto lo tenemos claro podemos pasar a la siguiente pantalla, la que nos advierte que cada cosa tiene su momento, y si no se disfruta o transita en ese periodo perdura como asignatura pendiente hasta que no se prueba/aprueba.
Y aún hay más, la tercera pantalla que nos invita a practicar el desapego, un estar que paradójicamente corre paralelo al disfrute del aquí y ahora. Curiosa polaridad, cuanto más nos desapegamos del pasado y del futuro más nos enamoramos del presente.
En mi opinión, ese es el camino: consciencia, desapego, amor.
Consciencia de que todo es finito. Desapego de lo perecedero y amor por lo eterno e infinito que yace en el presente, en el pasado y en el futuro en forma de momentos únicos, irrepetibles, cuánticos que valen una vida.
En resumen, la idea es que las etapas cada vez se entiendan más y más cortas para que cada día, cada instante sea un nuevo renacer en el que uno se abre a lo que hay, a lo nuevo, a lo que nace a corazón abierto, como el niño que descubre el mundo por primera vez.
Así entiendo yo aquello que pregona el budismo: Mente zen. Mente de principiante.
Más Podcasts en Spotify Terapia Existencial
Foto de William White en Unsplash