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Lo malo si breve doblemente malo.

Lo malo, si es breve, resulta doblemente malo porque evita cualquier justificación. El Tuit, o cómo se llame ahora, es molécula de engaño. ¿Te has preguntado porqué hoy en día la mentira y las Fake News tienen tanto predicamento? Está claro que las redes sociales y los tramposos algoritmos tienen mucho que ver, pero también la moderna exigencia de síntesis y resumen que propicia el volátil veredicto y la opinión sobre el docto comentario y la merecida argumentación.

Soy firme defensor de evitar el perdernos en largas y tediosas discusiones. No en balde vengo del sector publicitario, pero todos los extremos son malos. Es verdad que “Excusatio non pedita, acusatio manifesta.” y que en esa línea la verborrea se asocia más a lo neurótico y falaz que a lo genuino y verdadero, pero ni tanto ni tan calvo.

Además, cuando a lo breve se le une lo rápido las consecuencias son fatales. A nivel neurológico está demostrado que nos estamos acostumbrando a los mensajes cortos y a la “digestión” rápida. Los ejemplos son múltiples. Jóvenes y no tan jóvenes que no aguantan una hora y media de película, o ni tan siquiera los cuarenta y cinco minutos de un episodio, cómo van a sostener la lectura de un libro o un buen artículo. WhatsApps de atención puntual y a destiempo sustituyen llamadas telefónicas de más amable interacción. Constantes revisiones de muros en Instagram o Facebook se instituyen como verdaderas murallas a la conversación en vivo y en directo. Likes frenéticos y narcóticos que sustituyen un sentido abrazo. Etc.

Y lo peor de todo esto es que, como he mencionado, nuestras neuronas se acostumbran a este “Fast Mood” tan acorde a nuestra personalidad cada vez más ciclotímica, bipolar y alejada de la realidad.

No hay como el contexto terapéutico para darnos cuenta de que la gran mayoría de impacientes (no sé porqué nos hemos acostumbrado a llamarles pacientes cuando todo les urge) viene con una voracidad que les lleva a hablar en tropel. Basta con sugerirles que respiren, que hablen algo más lentamente, que se regalen silencios (puntos y aparte entre argumentos) para que emerja un espacio para la emoción, risa o llanto, pero tan curativos ambos.

En fin, que no hay vivencia sin paciencia, y que este “Fast Mood” nos está fastidiando la posibilidad de saborear el presente con diálogos del absurdo.

Ya lo contaba Forges en una de sus viñetas en la que se veía una multitud corriendo hacia un horizonte indeterminado mientras un par de ellos hablaban en estos términos:

  • Daría un brazo por saber dónde vamos.
  • Pero hombre a Usted eso qué le importa.
  • No, si lo decía por decirlo.

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Foto de Chris Liverani en Unsplash

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