Viva la vida
Viva la vida, menuda expresión. Más allá de canturrear en alguna ocasión la canción de Coldplay en la ducha ¿Cuántas veces habréis gritado a pleno pulmón esa arenga tan entusiasta?
Mi teoría es que a medida que pasan los años esa energía, esa “joie de vivre” que dicen los franceses, va mermando, o por lo menos no grita con tanta fuerza. Pero, en cualquier caso, lo que me interesa señalar hoy aquí es que ese “élan”, ese empuje a partir de los 50 hay que trabajárselo.
Cuando profesionalmente ya lo hemos dado casi todo, cuando los hijos ya hace tiempo que campan solos por sus fueros, cuando los achaques cada vez se presentan con mayor descaro, cuando la muerte de referentes y seres queridos está a la orden del día, el entusiasmo hay que refrescarlo constantemente. Porque en esa etapa de “tanta seniority” y cana blanca, la tentación (no siempre reconocida) está en otear el horizonte y avistar el abismo.
Frente a ella sólo se me ocurren tres posturas: obviar, esperar o preparar.
Obviar la reflexión sobre la muerte me parece la más común. “Qué ganas de amargarse.” Pero la Parca es tozuda e insiste cada vez más vehementemente en recordarnos eso del “Memento Mori.” Las necrológicas están ahí, y aunque las obviemos, la televisión, los sucesos y los decesos no dejan de evidenciarnos que la cosa se acerca.
Esperar la muerte, es lo más triste. La conciencia tiene estos gajes. Si sólo vemos el problema, la obsesión prima sobre la solución. “Quien espera se desespera.” Y todo lo mundano parece entonces ajeno, lejano…
Está claro pues que “la buena opción” es prepararnos para la muerte (suerte inevitable) pero… ¿Cómo prepararnos para la muerte?
Ahí si lo tengo claro, no hay mayor consuelo a ese desenlace que el de haber vivido en plenitud, el de haber agradecido cada día, cada hora, cada minuto de esta aventura peligrosa que es la vida. El objetivo está claro: que San Pedro, Snoopy o quien quiera que sea el que esté ahí arriba en la recepción nos suelte “Anda pasa cabrón, deja de lloriquear, será que has aprovechado poco la estancia ahí abajo.”
Posiblemente muchos penséis que esta es una visión trivial, laica, que olvida el gran soporte de la fe religiosa y su manifiesta apuesta por la trascendencia tras hacer escala en este mundo tan terrenal, pero yo no lo veo así. En mi opinión la fe apoya principalmente la esperanza y no tanto el consuelo. De ahí que cuando el despeñado del chiste se siente apelado por dios y este le conmina a dejarse caer, no pueda evitar el agradecerle el buen augurio, pero al mismo tiempo gritar “¿Pero hay alguien más?”
En fin, yo creo que el consuelo sólo lo procura el no haber perdido comba, el haber gritado a diario “Viva la vida” incluso cuando esta se nos ponía de espaldas (y si no “que baje Dios y lo vea.”)
Foto de Marc Kleen en Unsplash
Manuel,
Me desconciertas. Ya me pasó con el anterior artículo y de nuevo me ocurre con este. Con aquel ante el rechazo a la caridad oponiéndola a la compasión budista. Mi perplejidad me ha llevado a buscar qué es esto último y por lo que veo en internet es el deseo de que el otro se libere del sufrimiento, si es eso o no, ya me lo aclaras por favor. Si fuera esto, no es incompatible con la caridad, claro que tampoco sé qué sentido le das en el texto a esta. Sé que la caridad es la virtud por la que amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y al prójimo como a nosotros mismos por el amor de Dios y que describe bellamente San Pablo: La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta» (1 Co 13, 4-7).
Si el significado que le has dado en tu escrito es otro, también me lo aclaras.
En relación a este “Viva la vida”, coincido del todo contigo en que ante el acontecimiento más importante de nuestra vida hay que prepararse. Hace años que pienso (aunque no es que lo ponga mucho en práctica), es que cuando se acerque el momento de la muerte, deseo pensar que ha valido la pena, que no he perdido (al menos no mucho) el tiempo que se me ha dado.
Años atrás repetía lo que muchos dicen, quiero morir sin enterarme. Ya no. Una de mis plegarias es: líbrame Señor de una muerte repentina e imprevista.
Me gusta conversar sobre la muerte, aunque no es fácil, es tabú superticioso para muchos (excepto para hacer loas a la eutanasia y al aborto).
Sí para la fe, al menos la cristiana, (no conozco la que tiene como referente a Snoopy, pero Schulz era cristiano y ello está presente en varias de sus viñetas) tras la muerte está la esperanza del Cielo, por eso el que muere no necesita consuelo, como decía aquél “no llores por mí, ahora voy a emprender una aventura maravillosa, desconocida y por ello emocionante”. O como escribió Tolkien a su amada esposa “un lugar donde volveremos a reír juntos”
Al fin y al cabo la vida es el camino hacia el Cielo
El consuelo sí que lo necesita el que sobrevive, que se ve privado de la compañía de aquel al que ama y todavía no ha alcanzado la presencia de Dios.
Entonces ¿cómo prepararse para la muerte?. Pues depende de dónde queramos pasar la vida eterna, porque, aunque es Dios quien nos salva, no salvará al que no quiera salvarse. Dios nos ha hecho libres y no coartará nuestra libertad llevando al Cielo al que no quiera ir.
De nuevo, me parece un tema muy interesante y que puede dar para una larga conversación
Hasta pronto
Gracias Meri por tu jugosa respuesta.
Coincido contigo que todos estos temas invitan al dialogo y a compartir puntos de vista.
Vida y Muerte. Compasión y Caridad. Fe y Esperanza. Cristianismo y Budismo. Madre mia… vamos a necesitar un retiro de varias semanas para empezar a darle pie a todo esto. Ganas no me faltan. Nos vemos pronto.
Gracias por seguir ahí. Un abrazo.