Inercia vs. Intención, he ahí la cuestión.
Demasiadas veces confundimos la espontaneidad con el automatismo. Actuar, responder por inercia, por dejarnos llevar por la fácil, no es ser “fresco y auténtico” sino muy al contrario.
Sin voluntad, sin intención, la inercia nos lleva a la perdición.
De ahí que la columna vertebral de toda la teoría sobre la Comunicación NoViolenta descanse en el término sanscrito de AHIMSA que alude a la intención de no herir, de favorecer vínculos saneados. Sin ella todo el trabajo de Marshall Rosenberg no sería más que un manual de persuasión y manipulación.
La actitud, la predisposición, la intención en suma es lo que cuenta. Luego está el método. Igual ocurre en la Gestalt: primero está la voluntad de acompañamiento (que no de adoctrinamiento) y luego el método de apoyo a lo genuino y de confrontación a lo neurótico.
Pero volvamos a la Comunicación NoViolenta. Si el ánimo, la intención es sanadora, el procedimiento es tremendamente sencillo:
- Observación. Escucha y resonancia empática. ¿Desde dónde me habla esta persona? ¿Qué emoción me llega entre líneas de su discurso? ¿Es algo auténtico y genuino o mera cháchara impostada?
- Sentimiento. ¿Qué sentimiento despierta en mi su expresión? ¿Me genera alegría, tristeza, miedo, rabia? ¿Qué es suyo y qué es mío?
- Necesidad. ¿Cuál es la verdadera necesidad encubierta que subyace en sus palabras?
- Petición. ¿Qué es lo que en realidad quiere? ¿Qué quiere que yo haga?
Todo lo cual puede resumirse, cuando este diálogo es interno, en la frase…
“Cuando tu dices/haces… yo me siento… porque en el fondo yo necesito… y por eso quiero pedirte por favor que…”
Es decir: Hechos contrastados + Sentimientos propios irrefutables + Reconocimiento motivacional auténtico + Demanda clara, concreta y asertiva.
Pero lo dicho, dos y dos no son siempre cuatro. Sin la oportunidad, el tono y la intención deseable, la fórmula no funciona. Porque tampoco dos gotas de agua más otras dos resultan en cuatro ¿verdad?
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