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Siete preguntas para entrar en terapia.

Está claro que la terapia es un proceso, un viaje que no se circunscribe a unas pocas sesiones, sino que implica toda una transformación, un crucero hacia el despertar de una mayor autenticidad y autorregulación.

Y ese proceso es único e intransferible para cada un@ de nosotr@s.

Pero dado que todo gran viaje empieza por unos primeros pasos, me he propuesto esbozar algunas preguntas que, a modo de apuntes, por lo menos para mí, facilitan el acompañamiento en esa iniciación.

Si bien es cierto que durante todo el trayecto debe flotar en el ambiente la escucha empática, porque sin escucha no hay vínculo sino monólogo, y sin vínculo no hay terapia, también lo es que hay algunas preguntas que facilitan la confrontación de lo neurótico y el rescate de lo genuino.

Venga pues mi selección:

  1. ¿Cómo estás? Esta es una “pregunta trampa” porque invita a una respuesta valorativa (de bien o mal) pero que evidencia nuestra absurda tendencia a lo estereotipado y socialmente aceptado. Con esta primera pregunta podemos resituar el tema en algo más descriptivo (tranquil@, intranquil@…) y empezar a vislumbrar intereses y/o inquietudes.
  2. ¿Qué necesitas? Ahí ya entramos en materia. Pronto desvelamos si nos habla desde la razón, desde la emoción o desde la pulsión más reactiva y visceral. No está de más chequear las tres instancias (los tres Daitanes) ¿Qué necesita tu mente, tu corazón, tu cuerpo…?
  3. ¿Qué se te está moviendo al hablar de ello? En algún momento puede que asome algo de vivencia, de emoción (una ralentización del habla, un gesto, una lágrima…) El terapeuta siempre explora ¿Resuena o Resbala? En estos primeros momentos se trata de indagar ¿Dónde le duele? Y eso no es en absoluto evidente, requiere de cierta habilidad para alternar apoyo y confrontación.
  4. ¿Dónde lo sientes? El cuerpo nunca miente. El cuerpo es un gran indicador de dolencias ocultas a la razón. Un dolor o un nudo de garganta puede ser reflejo de una necesidad no expresada, un dolor de muelas una rabia contenida, un nudo en el estómago miedo a afrontar un conflicto… No hay correspondencias estándar, como he mencionado todo esto es un proceso de indagación y descubrimiento conjunto con el paciente, pero que bien llevado puede conducir a catarsis muy sanadoras.
  5. Si fueses un objeto (o una casa) ¿Cómo lo/la describirías? (Hazlo en presente y primera persona) El trabajo proyectivo también es de gran ayuda. Menos cháchara y más esencia. La proyección evita en buena parte la autocensura y eso es buena noticia para avanzar hacia la autenticidad.
  6. Si estas lágrimas pudieran hablar ¿qué te dirían? Llegado el momento profundizar en la vivencia puede ser una excelente terapia existencial, porque muchas de nuestras lágrimas son lagrimas ancestrales que nos llegan heredadas de otras generaciones. Como todos sabemos, llorar es muy terapéutico. Y Irvin Yalom nos lo facilita al proponer esta pregunta tan sabiamente estudiada.
  7. ¿Qué te llevas del encuentro de hoy? Toda sesión debe tener un cierre. No es bueno dejar la herida abierta. Aunque sea una “cura parcial” hay que concretar si ha habido avance y en qué sentido. Eso sólo lo sabe el impaciente y hay que preguntárselo. Las sorpresas son frecuentes.

En fin, esta es mi guía de primera instancia (que puede quedar resumida en una sesión, o desplegarse lentamente en decenas de sesiones) pero, en cualquier caso, es sólo un apunte iniciático, puesto que luego, la adecuación al aquí y ahora, va a resultar determinante para afinar sintonía y reafirmar vínculo en cada paso.

Foto de Priscilla Du Preez en Unsplash

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