Escuchar para ser.
Escuchar para ser es un magnífico libro de Franz Jalics editado por Pablo d´Ors en él que uno descubre un verdadero manual práctico de lo que es la escucha empática.
La escucha empática va más allá de lo que entendemos por escucha activa puesto que no se limita a atender a lo que el otro me está contando, sino que alude además a intentar apreciar desde dónde me está hablando (¿razón, emoción, pulsión?) y cuál es la actitud que subyace en todo ello.
En este sentido, está claro que nuestra actitud de base aflora con más facilidad en el momento de tener que gestionar un conflicto o debate (de la misma manera que nuestra lengua materna surge más espontáneamente cuando, alterados, insultamos a alguien) y Jalics nos ayuda a distinguir 5 opciones para que podamos valorar cuál es nuestra actitud dominante.
- Actitud valorativa (de juicio moral o jerárquico) Una actitud en la que el otro se siente confrontado al valorarse su forma de ver o hacer como inadecuada, con lo cual se le invita implícitamente a reaccionar como Niño sumiso o como Padre rebelde (en terminología de Análisis Transaccional) pero no como Adulto dialogante. Los juicios siempre acostumbran a ser sinónimo de una comunicación imperativa, impositiva o invasiva.
- Actitud interpretativa (opinión subjetiva no solicitada) Aquí se infiere que el otro no “sabe ver lo que realmente le está pasando” y es por ello por lo que es incapaz de comportarse “correctamente”. Hay, siguiendo la estela del Análisis Transaccional, un “descuento” (un no tener en cuenta) el sentir del otro y de ahí nuestra tentación a caer en una comunicación manipuladora o seductora proselitista.
- Actitud auxiliadora (de “fraternal” apoyo) Apunta a que la preocupación del otro es infundada, y hay normalmente un intento de desvalorizar (deflectar = quitarle energía) a la necesidad/ansiedad del interlocutor. Una actitud propia de la comunicación típicamente “salvadora” paternalista.
- Actitud indagadora. Querer explorar sugiere que el tema es complejo, y eso puede ser positivo para incentivar el dialogo, pero no deja de haber un riesgo. Si la pregunta surge demasiado pronto, el agraviado puede no sentirse suficientemente escuchado y además el que pregunta asume implícitamente cierta facultad de resolución sin que necesariamente sea cierta. Es decir, invita a devaluar la gravedad y responsabilidad del afectado sin dar tiempo ni espacio para que se explique y desahogue con lo cual nos arriesgamos a enquistar la resolución, lo que acaba por desembocar en silencios pasivo agresivos de incomprensión en los que todo queda en el aire, porque en el fondo, no se ha dicho todo lo que se sentía o pensaba.
- Actitud reflexiva de síntesis y simple repetición de lo nuclearmente entendido en la que no hay “amenaza” ni “descuento”, no se genera miedo, no hay regresión al Niño y se minimiza el riesgo a que el otro entre la Curva de la hostilidad.
Está claro que Jalics apunta a esta última como la más saneada, la que sobre el papel es más simple, y la que mejor nos abre a acompañar al otro en la búsqueda de una resolución que sólo él puede encontrar por su propio pie, puesto que sólo así tendrá la motivación para asumir el esfuerzo, emoción y razón que conlleva ese camino.
En el próximo debate al que te enfrentes prueba esta vía: no juzgues, no interpretes, no “salves” ni preguntes, limítate a reflejar (repetir) atento el mensaje nuclear del otro y verás qué ocurre. Ya me contarás.
Manuel. Gracias por esta síntesis y recomendación del autor. No he leído el libro todavía, pero me pregunto : será suficiente la actitud reflexiva/repetitiva del conflicto para que el otro encuentre un camino a la resolución del mismo ?.
Ciertamente no. El mismo Jalics lo admite. Sólo se trata de una primera respuesta. Pero sólo si nos sentimos “vistos”, escuchados y atendidos, podremos pasar a expresar cómo nos sentimos ante ello y qué necesitamos para prosperar.
Gracias por el comentario, por lo demás muy oportuno.